Donald Trump no es el primer presidente de EEUU que se declara aislacionista durante el camino que lleva a la Casa Blanca o en los primeros momentos de la presidencia y que al poco tiempo de sentarse en el Despacho Oval descubre la urgencia de intervenir en el mundo. Pero Trump seguramente es el primero en hacerlo de un modo que no parece responder a una política exterior y de defensa clara y con unas líneas trazadas bien definidas. El uso de una MOAB, la llamada «madre de todas las bombas», contra posiciones del Estado Islámico en Afganistán, no responde ni a una provocación antiestadounidense, ni siquiera a un ataque como el que le empujó a bombardear una provincia de Siria la pasada semana. Parece responder solo a la actitud pendenciera del chulo del barrio, solo que el barrio es el mundo y en los ataques mueren personas, casi siempre civiles. El último balance de las autoridades locales eleva ya a 94 el número de integrantes del Estado Islámico muertos por la explosión de la bomba GBU-43/B. La explosión producida por la MOAB destruyó tres túneles subterráneos, así como el armamento y la munición de los terroristas, según ha declarado un portavoz del Ministerio de Defensa afgano citado por la cadena de televisión CNN. El oficial, eso sí, ha señalado que no hay víctimas entre la población civil.

En tres meses, y antes de utilizar en Afganistán la bomba no nuclear más potente del arsenal de EEUU, Trump había lanzado operaciones en tres conflictos, en Yemen, en Irak y en Siria, sin que ninguna haya cumplido los objetivos sobre el terreno o haya significado una misión clara para alterar el curso de esos conflictos. Han sido actuaciones que le han servido en EEUU para dar la imagen de un presidente resolutivo y recuperar así puntos en las encuestas, que detectan una pérdida de popularidad. Fuera de EEUU han sido un aviso para navegantes, es decir, para Bashar al Asad y Vladímir Putin y para el norcoreano Kim Jong-un, dispuesto a desafiar a Trump con otro ensayo nuclear este fin de semana.

La tensión en aquella zona asiática es ahora muy alta. EEUU está haciendo un despliegue naval junto a Corea del Sur al que se ha sumado Japón. El Gobierno chino se ha visto en la obligación de pedir tanto a Washington como a Pionyang que den un paso atrás en su escalada de tensión para evitar la irreversibilidad de un desarrollo bélico. Nunca antes se había utilizado una bomba MOAB, desarrollada para la invasión de Irak en el 2003, porque es un arma extraordinariamente cara (EEUU tiene otras de iguales resultados y más baratas) y porque su enorme potencia puede causar numerosas víctimas civiles dado su amplio radio de acción. Que todo esto a Trump le traiga sin cuidado es un motivo de gran alarma en un mundo que está cambiando, y no a mejor, a velocidad de vértigo.