Casi con 90 años de intensa vida falleció Simone Veil, una de las figuras más carismáticas y populares de la V República francesa. De compleja personalidad, Veil ha transitado con el feminismo de raíz liberal, contra las guerras, por Europa unida en la diversidad, contra los totalitarismos, por la tolerancia activa.

Luchadora implacable, proyectaba una imagen enérgica y maternal a la vez, con una enorme seguridad en sus convicciones e ideales, desde la moderación cartesiana que se equivoca menos que los extremismos.

A lo largo de los años 1974 y 1975 como universitario que visitaba el país vecino, conocí la figura de Veil (la otra Simone, además de la Beauvoir) leyendo sus artículos en la revista Le Point o Le Figaro.

En las elecciones presidenciales el liberal Giscard había ganado por poco margen al socialista Mitterand, y aquel nombró primer ministro a Chirac. Ambos nombraron a Veil como ministra de Salud, a la que encomendaron el combate a favor de normalizar el acceso y uso de anticonceptivos, que a los jóvenes provincianos nos impactaba tanto aquí, aún en pleno franquismo nacionalcatólico. Y a continuación le propusieron una tarea aún más titánica, a mediados de los años 70, a saber: una ley, que fue conocida como Loi Veil, que despenalizara el aborto o derecho a la interupción voluntaria del embarazo. Encontró rechazo en sus propias filas, críticas e insultos, por parte de quienes la tacharon de libertina, histérica o mala influencia, por parte de la Iglesia católica y también del mundo judío, de donde provenía, por considerar que atacaban las creencias religiosas judeocristianas. Gracias al apoyo de la izquierda parlamentaria la ley pudo salir adelante, sentando un hito en la historia de la Europa moderna. Veil, con su habitual energía vital, les respondió que ninguna mujer recurre al aborto por gusto, que siempre es una tragedia personal, pero que la ley era buena para las mujeres, cuya inexistencia las obligaba a la clandestinidad con peligro para sus vidas.

Nació en el seno de una familia judía, no practicante en lo religioso, aunque sí en lo intelectual. Con apenas 16 años desde su Niza natal, fue deportada junto a toda su familia en 1944 en un tren de ganado hacia la muerte segura en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Allí una prostituta polaca, jefa del campo, en un gesto de humanidad, les salvó la vida a ella, a sus hermanas y a su madre. Siempre miraba de reojo el número de presa 78.651 que nunca quiso borrarse, para así mantener el recuerdo, de haber sido una mujer con suerte, aunque a veces, maldecía su suerte. Con su liberación se sintió con ganas de vivir con intensidad y seguir manteniendo sus luchas y combates por la justicia.

Veil, ha sido presidenta de la Fundación de la Memoria histórica de la Shoa, desde donde siempre ha querido desterrar todo asomo de autocompasión para con las víctimas del Holacausto nazi.

En 2005 volvió, por primera vez, al campo de concentración con motivo del 60 aniversario de su liberación, donde realizó un célebre discurso a favor de las víctimas de la barbarie contra los derechos de los humanos, a las que nunca olvidó hasta el último día de su vida.

Simone Veil, ha sido la persona más respetada de Francia a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, considerada un referente y una autoridad moral, un símbolo de los valores republicanos de libertad e igualdad, de fraternidad y de paz.

Primera presidenta del Parlamento europeo en 1979, elegida por sufragio universal, galardonada con los premios Carlomagno y Carlos V, por su apasionada defensa de unos Estados Unidos de Europa como quería Victor Hugo. Ha sido homenajeada por sus mútiples combates por parte de la clase politica y de las feministas, de la comunidad judía y de los intelectuales como representante de la dignidad humana, el coraje civico, de la inteligencia politica, del europeísmo y del feminismo. Una mujer excepcional.

* Profesor