No lo tenían difícil y los sondeos esta vez han acertado. Emmanuel Macron, con un partido novel hecho a su imagen y semejanza (La República en Marcha) ha obtenido la mayoría absoluta en la segunda vuelta de las legislativas francesas y ha culminado en un tiempo récord la demolición del tradicional sistema de partidos de la V República. Con una estimación de entre 355 y 425 de los 577 escaños de la Asamblea Nacional, el que fuera ministro de Economía de Hollande tendrá las manos libres para gestionar su programa político de carácter liberal. Su victoria ha sido incontestable y ha dejado en la cuneta a los sus rivales. Por la derecha, Los Republicanos se alzan como segunda fuerza del hemiciclo (bajan de 192 a 125 diputados), mientras el Partido Socialista acentúa su caída desde el mismo centro de poder a los infiernos de la marginalidad parlamentaria (de 270 escaños a una horquilla de entre 40 y 60). Su primer secretario ya ha anunciado la dimisión. Por la izquierda, tampoco Jean-Luc Mélenchon levanta cabeza y la ultra Marine Le Pen ni siquiera tendrá grupo parlamentario. Pero existen matices a la victoria del macronismo triunfante. Uno de ellos es la alta abstención de una ciudadanía fatigada de tanta cita electoral: el 56% ha decidido no votar. Macron tiene su rodillo a punto, las expectativas que genera son muy altas como sería el precio a pagar si no las cumple.