A pesar de los abundantes casos de corrupción sobre el tapete y las conciencias todo terreno tan al uso, que ocupan toda clase de portadas y tertulias, me van a permitir que dedique estas líneas a una historia de amor, no a la recogida en la novela de Erich Segal que protagonizaran en el cine Ali MacGraw y Ryan O’Neal, sino a otra recién conocida, que me ha conmovido y me parce más estimulante para el género humano. Sí, me refiero a esos dos ancianitos casi centenarios, Joyce y Frank, que murieron hace unos días en el británico condado de Kent, tras 77 años de matrimonio y una amplia descendencia que llega a la cuarta generación. Lo curioso del caso es que fueron ingresados en el mismo hospital por diversas dolencias. Primero ella diariamente le visita a él hasta que también fue ingresada en otra planta, y llegado el día de su aniversario de bodas, fueron reunidos en la misma habitación, donde los enfermeros juntaron las camas para que pudiesen darse la mano por última vez, falleciendo ambos de forma sucesiva en tan solo unas horas.

Más allá de la nostalgia o la anécdota del récord matrimonial digno del libro Guinnes, llama la atención y queda como lección profunda el amor verdadero entre esta camarera de 96 años y el aserrador de 97, que superó las mayores dificultades económicas, guerras y separaciones forzadas. Hoy que vivimos en esta llamada sociedad líquida, muestra consistencia la convivencia de esta pareja, basada en el respeto y en el cariño. Ese amor sin límites ni fecha de caducidad, paciente y bondadoso, que no se comporta con rudeza, que no es egoísta ni guarda rencor, que se regocija con la verdad. Que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

En el mundo actual, en que todo parece de usar y tirar, sobresale el ejemplo de perseverancia y compromiso, de lealtad y fidelidad de esta pareja. En esta cultura frívola en que se hacen hueco en la parrilla televisiva programas como First Dates o que muchos acuden a portales de internet para encontrar compañero de travesía o de aventuras, deberían ser portada y titulares esta pareja, para mostrar el mérito y valor de otros modelos de familia que no parecen de moda, pero que han funcionado también para millones de personas, cimentados en los pilares sólidos del amor y la ternura, y que también encontramos cerca de nosotros si sabemos descubrirlos con los ojos del corazón.

El Instituto del Cáncer del Reino Unido ha pedido donaciones en memoria de estos ancianos que disfrutaron 77 años de feliz matrimonio y que nos enseñaron, más allá de las arrugas y las limitaciones, en el último tramo de camino, cuando su salud empeoró, cómo cuidando el uno del otro fueron juntos hasta el final. Escribía el autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupery, que el amor verdadero es inagotable: cuando más das más tienes.

* Abogado