La belleza solo es una parte del paisaje: los lugares hermosos son como las noches y los frutos prohibidos, tienen dentro de su pulpa la frescura y la vida. Pienso en los alumnos y profesores del instituto de Iznájar que acaban de regresar de Tarso, Turquía, dentro de las actividades del Programa Comenius, y en todo lo que nos tienen que contar tras haber vivido dos semanas en esa antigua ciudad situada justo en la frontera con Siria. ¿Vais a Tarso? ¿A la ciudad, dicen, de Pablo, el apóstol que reunió en sí mismo a sus raíces judías, una vasta cultura helénica y el paso a la ciudadanía romana?

Y sí. Pese a la actual política de destrucción masiva aplicada a la educación y la cultura en España, lo importante es mantener el proceso de aprendizaje e intercambio entre lenguas y culturas, entre personas de distintas latitudes de la vieja Europa y acceder por experiencia propia a toda la riqueza artística y cultural que hemos ido forjando en una historia larga y honda, llena de desencuentros y diferencias --tan destructiva a veces, tan incivilizada en demasiadas ocasiones-- y que requiere del conocimiento para llegar a la querencia de lo increíble cercano. Que estos muchachos, que en el pasado vivieron sus intercambios con centros de Italia y Corfu, Grecia, mientras cursan sus estudios secundarios y de bachillerato, y que concluirán con el encuentro de todos ellos: italianos, griegos, turcos y españoles en Córdoba, donde comenzaron el Programa, aprovecharan esta oportunidad para conocer y vivirse, eso era lo realmente importante. Ellos sabrán valorar algún día todo el esfuerzo, todo el trabajo, toda la ilusión y toda la proyección hacia el futuro que estos programas suponen. Otros tal vez ya no, pero ellos sí.

"Desafortunadamente, hoy en día, en lugar de visualizar la unidad en la diversidad, el hombre ve diversidad en la unidad. Y esa es causa de mucho sufrimiento". Son palabras del profesor cordobés Esteban Díaz, gran estudioso de los procesos educativos con importantes estudios publicados. Y es que estos programas --ahora claramente amenazados-- nos acercan a las claves civilizatorias y culturales de una humanidad que comienza a vivir, desde finales del siglo XX un mundo globalizado, inmerso en una crisis de identidad y de valores tal que solo podrá sanase con un verdadero cambio de conciencia.

La belleza solo es una parte del paisaje: los lugares hermosos son como los programas humanos que abren procesos, como las noches y los frutos prohibidos, que tienen dentro de su pulpa la frescura del paraíso y el sabor del infierno.

* Profesor de Literatura