Que llueva en un día de fiesta propicia un retorno a la infancia, a aquellos años en que no nos guiábamos por tanto hombre del tiempo sino que mirábamos al cielo y echábamos a correr para no mojarnos. Claro que era cuando mandaba la atmósfera y no los móviles. Parada del autobús número 7, tanto ayer como hoy una persona, en ambos casos mujer, habla con el móvil de manos libres, ese que hace parecer que quienes los utilizan están locos al hablar solos. La conversación no transmite un mensaje imprescindible sino una futilidad que provoca agobio en quienes a la fuerza tienen que escuchar palabras que alteran el silencio con pegos. Los pucheros de la niña, ya dentro del autobús, que le dice a su madre que no es buena porque no le compra un móvil al menos constatan que las conversaciones, normalmente, eran entre personas presentes. Como presentes han estado, aunque no se hayan hablado, el rey y el presidente del Parlament en el Mobile World Congress de Barcelona, que algo sí lo hizo Felipe con Ada Colau; seguro que Roger Torrent pensaría que en terreno de móviles la conversación es a distancia.

La ministra Fátima Báñez, desde Bodegas Campos, sin móvil y en directo, dice que España va muy bien y que crece a un ritmo vertiginoso. Vale en cuanto a lo del teléfono inteligente, que ahí parece que el país se ha vuelto rico, pero ¿qué va a decir un ministro sino lo que le dicen sus jefes que diga? Entonces ¿se le puede creer? A Montoro, que ha estado un tiempo callado, pero que ahora salta con que le bajará los impuestos a los pensionistas de mayor edad, es difícil darle confianza. Porque ¿cómo puede vivir una persona mayor solo con 600 euros cuando la televisión, la radio y los periódicos hablan del dinero que el Estado le ha dado a los bancos con el que se podría pagar una pensión digna a millones de españoles? Bueno, y si miramos Córdoba, la pensión de algún banquero y su familia costearían la digna liquidez de muchísimas familias. En España los partidos políticos se han dedicado dos años a la gente y otros dos a preparar las próximas elecciones por lo que, mientras tanto, el dinero oficial se ha diluido en obras de presupuesto agigantado y en bolsillos cercanos a la oficialidad. A veces, en días de lluvia, el mirar a las nubes propicia el pensamiento. Que hoy se pregunta quién paga la estancia de Puigdemont en el extranjero y por qué los políticos --siempre con excepciones--, que dicen mirar por los ciudadanos y están todo el día en las fotos de los periódicos, no ajustan a la realidad de una España pobre sus sueldos y pensiones. Será que piensan que el país va tan bien que hasta le sobra dinero para comprar móviles. Sigue habiendo dos Españas cada día más distanciadas por su sueldo.