Tal y como se presenta el panorama político, hay que buscar escapes que nos permitan olvidar las limitaciones de unos, la sinrazón de otros y la desvergüenza de muchos, aunque estos últimos pertenezcan al grupo que decía representar una nueva forma de hacer política, pero nos han convencido de que la vieja política no era tan mala como decían, sobre todo porque han utilizado las formas de cuanto ya considerábamos superado, al menos desde los tiempos de aquello que se denominó Eurocomunismo. Los ciudadanos, en esa huida consciente de la realidad, hemos podido acogernos al fútbol, bien en las eliminatorias de la copa de Europa (prefiero esta terminología a la de Champions ) o bien en la evolución de los equipos que encabezan la Liga. Pero quienes no sean seguidores de ese deporte ahora contarán con otra oportunidad aún mejor, la que nos brinda la Feria del Libro y todo el conjunto de actos anexos a ella, en definitiva, el acercamiento al mundo del libro, donde siempre podremos encontrar lo que necesitemos. En mi caso, tengo la suerte de compaginar ambas cosas, el fútbol y los libros, si bien estos últimos me han dado, y me dan, muchas más satisfacciones que el primero.

Siempre he sido consciente de lo que significan los libros, pero hasta hace unos años no me di cuenta de lo que pueden representar en tu vida. Entonces comprendí la profundidad de aquellos versos uno de mis autores favoritos, Borges, quien decía en uno de sus poemas: "Mis libros (que no saben que yo existo)/ Son tan parte de mí como este rostro/ De sienes grises y de grises ojos/ Que vanamente busco en los cristales/ Y que recorro con la mano cóncava". Todo ocurrió cuando, debido a una mudanza, todas mis pertenencias estuvieron varios meses en un guardamuebles. Dejé a mano lo imprescindible, inclusive algunos libros, hasta que llegó el día en que pude recuperarlo todo. Comencé a abrir cajas, una tras otra, y me encontraba conmigo mismo en cada objeto, que por supuesto conservaba en mi recuerdo. Sin embargo, cuando aparecieron mis libros, a partir del momento en que volvieron a sus anaqueles, desde que pude volver a leer los títulos y acariciarlos uno por uno, solo entonces, experimenté emoción, la misma que se siente ante cualquier otro reencuentro, como la que se vive cuando después de un tiempo vuelves a ver personas queridas. Y en efecto, como decía Borges, ellos no sabían de mi existencia, pero mi vida se ha construido, en parte, gracias a lo que representan, a lo que me han enseñado, a cuanto he vivido a través de sus páginas. Me detuve en especial con algunos ejemplares a los que guardo inmenso cariño, no tienen valor bibliográfico, pero en sus páginas han quedado escondidos sentimientos que se pierden entre las líneas del texto escrito, y eso sin contar las hojas secas, los pétalos de flor, los comentarios al margen o los sencillos subrayados que me traen a la memoria reflexiones y experiencias pasadas.

Esta vivencia no la tendría quien se jacte de tener en un dispositivo electrónico más ejemplares de los que yo poseo. En su ignorancia, pensaría que todo reside en una cuestión de cantidad, y no es así, el número de libros que se posean es algo sobrevenido, lo que importa es la valoración que hagamos de ellos como objeto, que poseamos la sensibilidad suficiente como para sentir placer al ver una edición cuidada o al pasar la mano por una encuadernación adecuada. Algo que podrán valorar quienes lleguen a poseer uno de los cuatrocientos ejemplares que la Diputación de Córdoba va a editar de la Historia General del Perú del Inca Garcilaso, en una edición facsímil al cuidado del gran bibliófilo montillano Manuel Ruiz Luque, a partir de un original de la Fundación que acoge su Biblioteca, la cual, en el sentido utilizado por Borges, es infinita.

*Historiador