El verano va asociado a la lectura, aunque es posible que ahora tengamos menos tiempo para leer. Una buena parte de ese tiempo se la lleva el turismo, es decir, los viajes y los paisajes nuevos que queremos descubrir y acaparar, y otra parte considerable, el ocio puro y duro, el descanso plácido sin hacer nada, dedicado a nuestros gustos para alejar así o paliar nuestros disgustos. Pero sería una pena que se pasara el verano sin lectura, porque nos perderíamos uno de los mejores manantiales para iluminar la vida, y con algunos libros, para transformarla. Uno de esos libros, muy recomendado para los amantes de la literatura y de los entresijos del alma y del corazón, lleva por titulo "El club de lectura del final de tu vida". A finales del 2009 falleció Mary Anne Schwalbe, tras dos años de lucha contra un cáncer de páncreas. Era una norteamericana menuda de fuerte personalidad que mantuvo su familia muy unida, a la vez que desplegó una intensa actividad a favor de personas necesitadas. Vivió y afrontó la enfermedad y la muerte con serenidad y optimismo, apoyada en su fe cristiana, en el cariño de su familia y de sus muchos amigos y en una esmerada cultura alimentada por años de cuidadas lecturas. En este libro, su hijo Will cuenta todo esto con detalle, deteniéndose especialmente en los dos últimos años, en los que intercambió y comentó con su madre decenas de libros, en un particular e íntimo club de lectura de dos. Cada libro da pie a comentarios inteligentes y certeros y llevan a madre e hijo a recordar escenas de una vida que saben que está acabándose. Mary Anne es la pieza clave de una familia donde se viven con naturalidad muchos valores y, entre ellos, un gran respeto a la palabra dicha y escrita. Todo un ejemplo de educar sin imponer, sugiriendo y yendo por delante, acompañando en las decisiones libres, también cuando son equivocadas. Will, muchos años vinculado al mundo editorial, y que se expresa con elegancia, precisión y buen gusto, tiene un lazo especial con su madre, acrecentado si cabe en estos años finales de intercambio intenso de libros y confidencias. Hay emotividad sin sentimentalismo. Leen todo tipo de cosas, aunque siempre de calidad media-alta: Tolkien, T.S. Eliot, Roberto Bolaño, Stieg Larsson... "Leer no es lo contrario de hacer, es lo contrario de morir", comentan en una ocasión. Los libros les dan oportunidad de entrar juntos en mundos nuevos, de hablar de muchos temas, de entender la vida y la muerte y vivirlas mejor. La lectura es para ellos casi un acto de amor y buena parte de la felicidad que proporciona cada nueva historia es poder compartirla, no decepcionar al otro, poder hablar de ella. Libros así enternecen el alma y nos invitan a cambiar por dentro. El verano es tiempo propicio para la reflexión y la esperanza, a pesar de que la ira de los hombres convierta en playas de muerte las avenidas de ciudades muy hermosas.

* Sacerdote y periodista