Al lado de libros inscritos en su muy querida literatura memoriográfica, el articulista también quisiera dar cima a trabajos englobados en su campo profesional más específico.

Así, una historia del catolicismo español contemporáneo, desde las Cortes de Cádiz a la Transición --dos acontecimientos áureos de nuestra tensionada y, a menudo, áspera contemporaneidad--, figura entre sus anhelos más acariciados a la hora de proyectar su andadura profesional en la última vuelta del camino. Deseos y material, ciertamente, no le faltan; pero ni su ánimo ni su voluntad se han impuesto hasta el presente a la firme conciencia de las dificultades que le bloquean el camino que lleva a tan excitante tema. En días de juventud y, sobre todo, de madurez, conoció el autor varios historiadores de alto coturno y envidiables capacidades intelectuales que vieron impotentes, durante su ancianidad, transcurrir el tiempo para dar remate a obras en fárfara o en adelantado proceso creativo. Nunca, en tal punto, quiso seguir su senda; mas, en momentos de pesantez y decaimiento, el paisaje que contempla es el mismo...

Lo cual, desde luego, no le frena para continuar pensando, en vigilias e insomnios, en obras que le gustaría sumamente dar a la estampa antes de terminar su jornada terrenal. Para algunas, las más, no le falta documentación ni papeles varios en sus carpetas y desordenados archivos particulares; otras, sin embargo, pertenecen casi íntegramente al ancho mundo de la querencia libre... Si no se embrida y sofrena, la ambición es particularmente ridícula en la vejez. De ensueños y planes futuristas se encuentra empedrado el ancho mundo de la escritura. En los países latinos --pero también en los nórdicos...- el universo de trabajos y obras en proyecto suele ser aún mayor que el muy dilatado y, a las veces, inabarcable que el de los dados a la luz para el juicio inapelable de críticos y lectores. Sin abandonar el acicate de dar definitiva forma a estudios y libros depositados provisionalmente en el telar, esforcémonos, sin embargo, en poner fecha de inflexible caducidad a los que concentran a la fecha nuestros afanes, siempre menguados frente a la inmensidad del oficio literario. Tal es al menos la lección que el anciano cronista extrajo del conocimiento personal y, sobre todo, de la imantadora lectura de un autor de la modernidad más estricta que, ¡ay!, ha pocas semanas, nos dejó: Salvador Pániker, de segura inmortalidad entre las muchas gentes comprometidas con el buen nombre del bello escribir y el agudo pensar.

* Catedrático