Nunca había visto que un autor terminase la presentación de su libro cantando un martinete. «Las doce acaban de dar en el reloj de la Audiencia pendiente de mi sentencia porque he nacido gitano… que somos malos y buenos y también somos cristianos». Por eso me nubló el pensamiento la cara sin afeitar de Marcos Santiago Cortés cuando ya, pasadas las 21.30, concluyó con un cante el acto de puesta al día de Gitanófilo, el libro en el que ha recogido sus columnas dedicadas a su raza en Diario CÓRDOBA desde el 2002. El Colegio de Abogados era un espacio de libertad en el que se movían a su antojo bailarines de las casetas de feria, gitanos de distinta condición, juristas de oralidad definida, periodistas de palabra escrita y la sensación de que la libertad era el «sine qua non» que nos había reunido allí, en ese espacio en el que la Córdoba romana había construido su mayor templo. El salón de actos del Colegio de Abogados y la entrada al edificio, abarrotados, supusieron el jueves una novedad social en la cultura y el estilo de presentar libros: se acudía a la convocatoria por el nombre del autor del libro -Marcos Santiago Cortés--, por su profesión -abogado- y por su raza --la gitana--. Al final, cuando el protagonista firmaba libros y los que acudieron al evento se marcharon por falta de espacio, quedó en el ambiente la sensación de que serían necesarios más momentos en los que intervinieran, para que aprendiéramos, José Luis Garrido, decano del Colegio de Abogados; José María Magaña, presidente de la sección segunda de la Audiencia; Manuel Carlos Jiménez Alarcón, fiscal; y Manuel Fernández Poyatos, abogado. Y que pusiésemos atención a los sonidos de la vida para descubrir sus secretos. Como el que supuso para mí oír que Marcos estaba hablando con sus compañeros de mercadillo un día que lo llamé para darle un recado sobre su columna porque sus continuas cartas al director y su empeño hicieron que me fijara en él. Me había dado cuenta de inmediato de que sus letras, tan mojadas de realidad, se inspiraban en la vida. H