Se cumple un año desde la partida de Antonio Zurita de Julián a la luna de los sueños. El 9 de febrero del 2015. Con él se llevó lo que se llevan los viajeros del tiempo, la maleta de vivencias y recuerdos, además de la nostalgia de quienes lo echamos mucho de menos.

En su libro de memorias, Republicano hasta el hueso , menciona una de ellas que quisiera recordar en estos tiempos en los que la cultura abierta, fantástica y liberadora vive la agresión de la incultura, usurera y reprimida.

La Librería Agora fue fundada por un grupo de amigos en la mitad de los años 60, Fernando, Rafael, Balbino, Antonio..., cuando la dictadura convivía con las primeras olas de modernidad y de protesta social. Una librería en pleno barrio de Ciudad Jardín por la que pasaron escritores, poetas, políticos, hombres o mujeres, trabajadores, estudiantes, o vecinas, troskistas, cristianos, anarquistas, hippies, buscando libros prohibidos, y no sólo sobre política, también sobre sexo, poesía, psiquiatría o astrología. En la misma calle Antonio Maura estaba la distribuidora de libros, en sótanos oscuros como las catacumbas cristianas de Roma.

El cuenta con placer en su relato, y Julio lo sabe, que prestó su libro, un último ejemplar del manifiesto, el de Carlos Marx, a quien después fuera uno de los alcaldes más señalados de las últimas décadas en Córdoba. Yo sí recuerdo que con mochila al hombro entraba en la facultad de Filosofía y Letras con mis 17 años cargado de Antologías Rotas de León Felipe, además de otras peligrosas poesías clandestinas, dispuesto a llenar las aulas de "piedras pequeñas, como tú".

Esa osadía provocaba la ira de quienes sentían que nada debía cambiar, todo estaba atado y bien atado y la cultura, los libros, el teatro, el cine, incluso el baile de Antonio Gades, eran peligrosas armas cargadas de futuro, como escribía Gabriel Celaya y cantaba Paco Ibáñez.

Una noche de invierno de 1975, con alevosía, pocos días después de la muerte de Franco, el local de la librería Agora fue tiroteado. Sí, un atentado del que nadie pagó, nunca se supo y, si se supo, nadie contó. Las huellas de aquellas balas quedaron guardadas en el local que hoy vende botones y medias de seda en lugar de libros.

El tiempo pasa pero hay terquedades que perduran.

Cuenta mi querida amiga y escritora Susana Fortes que para el ministro Montoro la literatura es una actividad sospechosa y totalmente incompatible con derechos ciudadanos como cobrar una pensión de jubilación. Así es, ya hay escritores multados por publicar y percibir derechos de autor con más de 65 años. En base a una ley aprobada ¡en el año 2013! O comes pan con la pensión o bebes vino con los libros, las dos cosas no pueden ser.

Vuelvo al origen del relato, primer aniversario de la muerte de mi padre, con 88 años, segundo aniversario de la presentación de su libro de memorias. Cierto es que no ganó ni un maravedí, no era su objetivo, fue su regalo, pero aviso para navegantes. O Montoro termina de leer su libro gordo de Petete y valora las letras o aquí no escribe ni Dios con más de 65 años. O lo hace con pseudónimos, clandestinos, con el nombre de sus nietas, vendiendo en sótanos de librerías clandestinas como Agora.

*Experto en relaciones internacionales