Septiembre de pan y circo. El circo es el aumento de horas lectivas docentes en algunas autonomías, espectáculo que distrae a la masa de su hambre de pan. El pan, una reforma constitucional por vía de urgencia cuya urgencia, ya, no importa. El emperador, una clase política absolutamente en lo suyo y con los pies fuera del tiesto, alejada de la realidad ciudadana. Septiembre de inicio del curso político --el escolar poco les importa-- con un rendibú indecente a los amos de Europa por vía de urgencia, quienes se cobran en la reforma de la letra de la ley lo que la ley, como el papel, soporta, y lo soporta todo. Europa se cobra el derecho de pernada de antiguas dádivas en fondos estructurales, de cohesión, de inversión solapada en dominio encubierto, y nos manda. Claro que, a qué este desgarro de vestiduras, si ya sabíamos que Berlín se había propuesto su Anschluss por las buenas ya que por las malas no le salió dos veces. Pan, circo, emperador, y una plebe que se lo traga todo y que la primera vez que tuvo que protestar, y no lo hizo, fue con aquellas otras reformas constitucionales encubiertas sin letra ni ley como la pérdida de independencia del poder judicial, la existencia partidista de un Tribunal Constitucional y un Fiscal General del Estado que permiten lo que permiten y nos escandalizan una y otra vez, o cuando han avalado la reforma de estatutos independentistas a los que llaman, sin despeinarse, autonómicos. País de leyes con la misma validez que la letra de un bolero. ¿Qué fue de aquel reino de Tartessos donde las leyes se escribían en verso?, pues sabían que la ley solo es poesía.

* Profesor