Cada 23 de abril se celebra en todo el planeta el Día Internacional del Libro, con un objetivo diáfano: fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. Se eligió esta fecha por una supuesta coincidencia con el fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, tres de los literatos más insignes y universales tanto de la lengua española como de la inglesa. La pedagoga Inger Enkvist, catedrática de español en una universidad de Suecia, afirma que «la lectura es aprender a pensar». Y subraya con fuerza: «El aprender a leer debería ser uno de los logros intelectuales más importantes de la vida. Actualmente, el debate sobre el aprendizaje de la lectura se ha enfocado desde la descodificación, considerando la lectura una destreza, una técnica más. Pero esto es un craso error: la descodificación es la parte más fácil. Lo importante de la lectura es la comprensión lectora, que se basa en la comprensión del mundo. El niño pequeño aprende a leer, después lee para aprender y, finalmente, en la adolescencia puede entender que un texto expresa un punto de vista, y es, entonces, cuando está listo para leer obras literarias para adultos. Así se entiende la importancia de la lectura». Hay datos curiosísimos sobre el apasionante mundo de la lectura que afectan a los padres: primero, la escuela dedica a la introducción y a la práctica de la lectura quizás unas 200 horas en Primaria; segundo, para convertirse en buenos lectores, los niños necesitarán unas 5.000 horas; tercero, es imposible que lleguen a ser buenos lectores si no leen en casa; cuarto, poco a poco, la escuela va añadiendo conocimientos y vocabulario y, leyendo en casa, el joven completa su educación eligiendo textos cada vez más sofisticados para sus lecturas personales. Así, los alumnos se vuelven capaces de usar lo leído para aprender y para entretenerse. Esta tarea, que requiere el insustituible apoyo de los padres, tiene una cierta urgencia, porque los niños que aprenden a leer muy pronto, se convierten con más facilidad en buenos lectores. Cuando más ligero les resulta leer, más les gusta, más leen y aprenden. También es importante que los padres entiendan que no es lo mismo leer en internet que leer un libro. La razón es que, cuando estamos en una página de internet, vemos enlaces a otras páginas y nos preguntamos si nos convendría buscar otra página. Es decir, en vez de concentrarnos en leer y en reflexionar sobre lo que estamos leyendo, estamos dividiendo la atención entre la lectura y las decisiones que estamos en curso de tomar. El que siempre haya más páginas y más información tiende a disminuir el valor de lo que tenemos delante de los ojos. Sirvan estas consideraciones en el Día del Libro para que descubramos la importancia de la lectura. Dice un proverbio árabe que «un libro es como un jardín que se lleva en el bolsillo». Aspiremos su aroma con ilusión y pasión. O con pasión ilusionada.

* Sacerdote y periodista