Recuerdo como si lo hubiera vivido ayer, aunque no atine con el día ni el año (hace muchos, eso sí), cuando Alfonso Guerra y otros veteranos socialistas aparecieron junto al busto dañado de Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, que habían rescatado no sé de dónde y que fue colocado en el recibidor de la sede principal del partido en Madrid. Eran los primeros años en democracia, y quiero recordar que la escultura había aparecido enterrada y con daños propiciados por el bando nacional. Ante tan lamentable estado alguien había sugerido arreglarle la nariz al padre del socialismo español, a lo que Guerra, que entonces mandaba más que Dios, dijo que ni hablar, que así quedaría porque daba cuenta de la historia bárbara de este país y de los agravios infringidos a los socialistas. Me pareció un argumento inteligente y, efectivamente, en la única ocasión que tuve, también hace años, de entrar en la sede del PSOE en Ferraz, allí me encontré con el impresionante busto en piedra de Pablo Iglesias con su nariz rota y otros desperfectos. Y supongo que a quien pregunte por qué tienen así a su profeta le responderán con una lección de historia. Lo mismo podrían hacer con los nombres tenidos por "franquistas" en la calles de Madrid, que quieren borrar del todo. En vez de censurar, tal vez sería mejor explicar a quien pregunte el porqué de ese nombre colgado en la pared. Sería una manera de conocer nuestra historia, pero, como aquí nadie sabe nada ni quiere saber, celebremos la ignorancia.

* Periodista