El secesionismo ha sembrado de lazos amarillos Cataluña. Desde algunos sectores se quiere hacer parecer esta especie de activismo como un juego de niños. Lo de niños viene por aquello de parece una actividad inocente. Poner un lazo amarillo aquí, allá y acullá a quién puede hacerle daño. Y no solo eso, sino que para darle ese barniz democrático se dice que es una forma de libertad de expresión. Pero la cuestión va más allá de un mero ejercicio de dicho derecho a expresarse o de realizar una mera actividad callejera de manifestarse. De lo que realmente estamos hablando es de símbolos. Los símbolos son transmisores poderosos de ideas, conceptos capaces de sintetizar de manera poderosa no solo una filosofía concreta, sino que sirven como catalizadores de la actitud. Dicho de otra manera cuando adoptamos un símbolo o nos enfrentamos a él nos provoca en muchos casos un posicionamiento ideológico. Un símbolo es capaz de transmitirnos todo aquello que representa si somos capaces de identificarlo. Por poner un ejemplo negativo e de sobrado calado histórico el nazismo bien que supo manejar el poder de los símbolos para provocar en las masas la actitud que pretendía. El secesionismo independentista catalán pretende exactamente lo mismo. Un en principio inocente lazo amarillo es toda una declaración agresiva de separatismo hecha símbolo. Y llenar los espacios públicos catalanes de símbolos anticonstitucionales debería de considerarse como una manifestación contraria a la legalidad representada en nuestra constitución. El que los Cuerpos y Brigadas de Limpieza (CBL) estén limpiando las calles de Cataluña de lazos verdes no es quitarle el derecho de expresión a nadie, es sencillamente luchar a favor de la democracia y los valores constitucionales.

* Mediador y coach