Martes Santo, 17,30 horas. Plaza de Capuchinos, vulgo plaza del Cristo de los Faroles. Al fondo el cocherón de la hermandad preparado para abrirse. Tarde primaveral, la banda juvenil de Triana entra en la plaza. Todo dispuesto para que Nuestro Padre Jesús de la Sangre procesione por las calles de Córdoba. Mucha gente esperando

De repente, entre la multitud, destaca sobremanera un grupo de seis personas, de edad cercana a la jubilación y en concreto una mujer, con aspecto desaliñado, mochila al hombro y un enorme --por grande-- lazo amarillo en la solapa. Comentan entre ellos algo, efectivamente son catalanes, o al menos se comunican en esa lengua pues es sabido que los catalanes nacen donde quieren.

Sale el misterio, suena Silencio Blanco, categoría y buen hacer debajo del paso, siempre de frente. Sorprendentemente no hay marcha real. Enfila el Bailío, se marcha con caja china.

Sale Nuestra Señora Reina de los Ángeles y ahora sí, himno nacional con todos sus avíos; observo a la mujer del lazo amarillo y a su grupo: risas, rechifla, sorna y pitorreo general. Asombro e indignación de gran parte de los presentes. Ni una queja.

La educación es algo que se tiene o no se tiene, quien reclama para sí derechos ha de entender que también existen deberes y los deberes pasan por evitar provocaciones gratuitas en escenarios que nada tienen que ver con lo que se reclama. Cuando la suficiencia y la supremacía moral se encuentran en una ciudad con dos mil años de historia de tolerancia tiene este resultado; una guantá sin mano frente al insulto y el desafío... Y ahora vas y lo cascas.

Pongan por caso que me voy a Gerona, a una concurrida plaza en medio de la realización de un castellet, con una bandera de España y cuando entonan Els segadors me descojono... Acertaron, la siguiente visita es a la casa de socorro o al dentista y además con todo merecimiento. Pues eso.

Aquí, en la tierra de María Santísima, por el contrario y debido a nuestro ser primitivo, nos callamos, nos giramos y seguimos a lo nuestro. Supongo que sería porque después del himno se escuchó Soleá Dame la Mano y el abuelo de Font de Anta era de Gerona.

* Abogado. Profesor de la Universidad Pablo de Olavide