Subprime' es una obra de teatro española que podría ser perfectamente adaptable por la industria hollywoodense. Intensa, con inesperados de giros de guión que acentúan un suspense in crescendo , de "rabiosa actualidad" ya que se basa en la crisis financiera y con unos papeles histriónicos que son la delicia para cualquier actor. Subprime es una muesca más en el gran estado de forma del teatro español contemporáneo, al que hay que sumar el nombre de Fernando Ramírez Baeza, su autor, a los de Miguel del Arco, Alfonso Zanzol o Juan Mayorga. Todo comienza cuando le ofrecen al presidente de la mayor petrolera española un vídeo comprometido del presidente del Gobierno. A partir de aquí, Ramírez Baeza dibuja una trama de los intereses creados y cruzados entre el poder político y el económico, con tiburones de las altas finanzas jugando a la ruleta de la mafia rusa con los cachalotes del reverso tenebroso de la política. Todo ello, sin embargo, sin caer en el maniqueísmo ni en el simplismo de las almas bellas. Sostenida la conspiración por el doble pivote actoral de Pep Munné y Chete Lera, no pueden dejar de caerte bien esos inteligentísimos, ambiciosos y lúcidos representantes del mundo de la empresa y del gobierno que manipulan a los accionistas y los votantes pensando, ay, en el "bien común", en la "voluntad general". Y es que Ramírez Baeza considera a los espectadores como personas inteligentes a las que hay que tratar como adultos. De ahí que la hoja de sala parezca un manual de la Bolsa en el que se explican conceptos como covenants , black trade o cuenta scrow . Si nos quejamos de la incultura y el analfabetismo financiero del español medio --incapaz de diferenciar entre un depósito garantizado y una participación preferente--, esta obra pone su granito de arena para solucionar lo que es un mal endémico del sistema educativo español, de espaldas a las prosaicas necesidades cotidianas de los españolitos de a pie que firman hipotecas sin calcular si las podrán pagar o creen que Jehová nos recomendó ganarnos la vida con el sudor del "de enfrente". Diálogos vertiginosos y temperamentos explosivos, en la estela del Glengarry Glen Ross de David Mamet y el House of Cards de Ian Richardson o Kevin Spacey, Subprime es una gozada teatral y una crítica de la (sin)razón económica, tan divertida como inteligente, tan recomendable que debería ser de obligado visionado en facultades de Economía y escuelas de Negocio, amén de partidos políticos y demás sectas dedicadas a la res publica , cada día más "cosa" y menos "pública".

En la representación en el Gran Teatro de Córdoba ocurrió además el inesperado y grato hecho de que uno de los actores, Daniel Huarte, hiciera subir a su novia al escenario para pedirle matrimonio delante de todo el público asistente. Ella aceptó con lágrimas de emoción. Aplausos.