Resulta muy difícil soslayar la economía de la gran actualidad nacional. Ciertamente nunca dejó de serlo porque la historia de España es también la de su economía. España casi siempre vivió de prestado, casi siempre sobrevivió trampeando, debiendo, aparentando, siendo sujeto colectivo de poco fiar. Esa conducta ha proporcionado largas etapas de buen vivir, pero también de sufrimiento colectivo y mejor olvidar. Viene al caso referir la repercusión en medios intelectuales del estudio que el profesor Prados de la Escosura ha realizado sobre el ascenso y la caída de España desde 1270 a 1850. Viene a decir que en realidad nuestro esplendor no pasó del siglo XIII. Pero nuestra fantasía comenzó algo después, allá a mediados del siglo XV, explosionó de 1866 a 1882, con quiebra de bancos y grandes patrimonios rústicos, como la Casa de Osuna y aún no finalizó. En términos homogéneos, desde 1500 a 1800, la moneda se devaluó un 65%. Pero comenzada la crisis quizá debería haberse devaluado un 30%. La pertenencia a la eurozona lo impide, aunque quien sabe si por mucho tiempo.

En síntesis, España goza del triste privilegio de ser la primera nación en caer trece veces en suspensión de pagos a lo largo de los siglos, desde el XVI al XIX; la primera en emitir bonos para financiar deuda y la primera en dejar de pagarla, casi cada 50 años. Es decir, vivió casi siempre por encima de sus posibilidades. Y no crean, los banqueros alemanes no es la primera vez que pretenden reestructurar su deuda con España. Ya lo hicieron con Felipe II --entonces lo denominaron El Remedio General, tal como ahora debería volver a denominarse-- llevando el plazo de amortización a los 80 años. Pero aquí se consideraba eterno el oro americano, capacitado para avalar deuda perpetua al 7%. Y como a pesar de ello no se financiaba la hidalguía pues se subían los impuestos hasta esquilmar la imaginación.

Nada nuevo pues bajo el sol de España. Ocurre que ahora, con tecnología punta, informacion en tiempo real y la ciencia económica en pleno apogeo, nos ahogamos en el empecinamiento de un Gobierno con los cables de las ideas económicas cruzados. Las cifras es mejor entenderlas, porque no requieren estudios especializados. Los grandes sectores de nuestro gasto son las pensiones, más de nueve millones que importan por arriba de 115.000 millones, más de 315 diarios; los intereses de la deuda, sobrepasan los 40.000 millones y el desempleo otros 40.000 millones. Es decir, casi 200.000 millones solo en estas tres esenciales aéreas de gasto. Luego están los más de tres millones de empleados públicos y el pozo sin fin de las autonomías. Y esto ¿se puede financiar? Pues hace tiempo que dejó de ser posible. Entre 2008 y 2011 el déficit, es decir deuda más impuestos, suma 350.000 millones de euros, mientras que solo en 2012 llega a 111.500 millones, parece una pesadilla. Claro se gasta un 2,8% más y solo se ingresa un 0,6% más y además se reducen 14.000 millones en inversiones. Hasta los clubes de fútbol deben la friolera de 3.600 millones, que antes o después tratarán de trasladar a las Administraciones Públicas. La explicación ya la conocen hasta los economistas de la calle. Como consecuencia del avance arrollador de la pobreza, el fraude fiscal y la economía sumergida - es casi lo mismo pero evita conflictos sociales -, la recaudación ha disminuido un 20% con respecto a 2007. El hueco obliga a subir los impuestos hasta la desesperación, con descaro insoportable.

Estamos instalados en el estancamiento, en deflación por endeudamiento. Conforme aumenta el endeudamiento se contrae la renta disponible. Los deudores no pueden pagar deuda y reducen gastos, cae el consumo, las empresas en pérdidas no invierten, llevando al paro y más depresión. Aquí hay mucho pesimismo y falta de confianza. Pero también en el exterior, lo que es mucho peor. Observen la prensa británica y ya verán como eriza los pelos. Y claro, el dinero acumulado durante la fantasía y no gastado ni invertido, se acumula. Un billón cien mil millones de euros hay depositados en bancos españoles, de los cuales casi cien mil millones en las sucursales andaluzas. Pues a movilizarlo y no asustarlo con castrochavismo cutre, porque terminará huyendo.