En España hay 79 universidades, de las que 51 son públicas. Hasta mediados del siglo pasado había sólo 16 (13 públicas), es decir, en medio siglo el número de universidades se ha multiplicado por cinco.

Sin duda, la principal causa de este aumento ha sido el incremento del número de estudiantes. El acceso a la educación superior, que estaba muy limitado fundamentalmente por motivos económicos, se favoreció considerablemente en los años sesenta y setenta en los que España empezó a despuntar económicamente. Es de justicia que no haya impedimentos económicos para acceder a la enseñanza superior pero, en mi opinión, en la universidad entran más estudiantes de los que deberían. Quizá no muchos más, pero sí más. El que el número de estudiantes matriculados sea un factor importante en la financiación de las universidades ha hecho que entren estudiantes que no están capacitados para realizar una carrera universitaria y eso tiene graves inconvenientes, como son un alto porcentaje de abandono, la correspondiente frustración del estudiante que tiene que abandonar una carrera después de uno, dos o tres años de cursarla, bajas tasas de rendimiento académico, o el descenso del nivel que estos estudiantes provocan en las aulas. Por cierto, resulta paradójico que el profesorado se queje, y con razón, del bajo nivel con el que algunos estudiantes acceden a la universidad, cuando es la propia universidad, con la selectividad, la que fija el nivel de acceso a la misma.

La universidad debería ser sólo para una élite intelectual, y esto no deber ser ofensivo para nadie. Cada uno nace con sus talentos, intelectuales, artísticos, deportivos, comerciales, etcétera y nadie tiene porqué avergonzarse de lo que le ha tocado. Nuestro deber, como señala la parábola bíblica, es multiplicar esos talentos.

El anterior ministro de Educación, Angel Gabilondo, declaraba en cierta ocasión que hay más estudiantes de Derecho en Madrid que en todo el Reino Unido y un informe de la OCDE señala que los jóvenes españoles que han salido de la universidad con un título superior tienen dificultades para encontrar un trabajo acorde a su formación. Un 44% está desempeñando un oficio inferior a su capacidad, cuando la media de la OCDE está en el 23%. Estos datos no están actualizados, y tengo la impresión que, a día de hoy, son aún peores.

En algunos casos, la proliferación de universidades públicas se ha debido a presiones populares y a la demagogia de los políticos de turno, que querían apuntarse el tanto de crear universidades en muchas provincias porque eso suponía votos.

Algunas de esas nuevas universidades nacieron sin los medios necesarios para un funcionamiento digno y sin un estudio previo de su necesidad y sus posibilidades, lo cual, personalmente, me parece una frivolidad. No tiene sentido crear una universidad si, desde el principio, no va a contar con los medios materiales y humanos para ser una universidad de calidad. No es justo ni lógico que, con lo que cuesta su creación y mantenimiento, así como las ilusiones y expectativas que originan, éstas ocupen las posiciones más bajas en todos los rankings que se publican o se las compare, sin más, con universidades centenarias. No obstante, en honor a la verdad, hay que indicar que, a veces, ciertos indicadores relativos de algunas universidades jóvenes, no los absolutos, son mejores que los de otras centenarias.

Tampoco algunos de los títulos que se imparten han sido precedidos de un estudio serio de su necesidad y viabilidad y, en ocasiones, han sido la consecuencia de la presión que ejercían algunos grupos que defendían intereses particulares. Está claro que hay un exceso de oferta de títulos universitarios. Como ejemplo citaré el hecho de que en todas las provincias andaluzas se puede estudiar la carrera de Química y no sé hasta qué punto Andalucía puede absorber a los químicos que se licencian todos los años en ocho universidades, teniendo en cuenta, además, que esta titulación también se imparte en las provincias limítrofes de Badajoz, Ciudad Real y Murcia.

Doy pues la razón al ministro Wert cuando, hace unas semanas, hablaba en el Senado del exceso de oferta de títulos y cuando comentaba que las universidades se deben especializar porque no tiene sentido que todas oferten prácticamente lo mismo.

El tiempo, y el sentido común, han hecho ver que las cosas se deberían de haber hecho y pensado mejor para no dar paso ahora a los temidos y drásticos recortes.

* Catedrático de Química Física