El que Luisa Jimenza diera anoche el pregón de la Velá de la Fuensanta significa que la cordura y el entendimiento todavía es posible en el género humano y que Córdoba, una ciudad contradictoria --en la que un templo musulmán, la Mezquita, costea el sueldo del cabildo catedralicio de canónigos y beneficiados católicos-- puede llegar a reconvertirse. Cuando el concejal Jaén --que ahora se va a ir a promocionar Córdoba por el lejano oriente-- tomó las riendas de la fiesta de la Fuensanta al caimán se le saltaron las lágrimas porque la ciudad oficial se olvidó de él y el Consistorio se preocupó más de procesiones --estilo Vía Crucis Magno-- de la Virgen que de lo que su exvoto significa para la tradición popular cordobesa. Aquello fue como una guerra de religión innecesaria en la que perdían todas las partes. Anoche, Luisa Jimena, que conoce muy bien a Rafael Sarazá --portavoz en la primera Corporación municipal democrática del Partido Comunista--, fue como la mensajera de la paz en una ciudad en donde todo el mundo aboga por el sentido común, que incluye respeto, trabajo y libertad de pensamiento. Quien haya designado a Luisa Jimena como pregonera de la Velá de la Fuensanta es un asesor con sabiduría: mujer de pensamiento de izquierdas y creyente, pero que no se deja influenciar por la blandengue concepción de con flores a María y destaca de la Virgen que fue "una de las grandes indignadas de la historia, que proclamó en el Magnificat el poder de Dios derribando a los poderosos y levantando a los humildes". La izquierda y el PP, después de lo de anoche en la Fuensanta, se pueden entender en Córdoba. Claro que hay empeños que tendrán que matizar los políticos. Porque ¿cómo se explica esa tozudez del alcalde Nieto en querer levantar un emblema de Córdoba en un polígono industrial para atraer ferias y congresos cuando Joyacor, el último evento necesitado de un recinto ferial, desaparece y la convocatoria que lo sustituye, el Primer Encuentro Internacional de Joyería, muestra lo mejor de sí mismo --la histórica colección de piezas de la cofradía de San Eloy, con ejemplares del siglo XV, y un desfile de joyería-- no allí por aquellos descampados por donde creció la primera Córdoba industrial de la "Letro" sino en espacios céntricos de belleza contrastada, como los palacios de Viana y de la Merced? Si todo está escriturado desde los tiempos del cojo de la Fuensanta pongamos cada cosa en su sitio. O al menos esperemos a que seamos subsede de las olimpiadas del 2020 para tomar la última decisión.