Si el lunes es un día especialmente difícil de digerir, aún lo es más cuando tienes la certeza de que, por obligaciones laborales, tendrás que acudir a la estación de autobuses de Lucena a primera hora de la mañana. Lo que podría ser un puro trámite, mecánico y ágil, se convierte en una auténtica aventura de final incierto.

Los numerosos viajeros que tenemos la osadía de utilizar este servicio para desplazarnos de Lucena a Córdoba con el fin de acudir a nuestro puesto de trabajo o universidad, por ejemplo, no solo desconocemos desde qué dársena partirá nuestro autobús, sino que tampoco la hora exacta de salida. ¿Y esto que implica? Pues que nos vemos obligados a hacer una sesión de running mañanero, cargando con nuestras maletas, bolsas y mochilas de un punto a otro de la estación para lograr cazar nuestro autobús a tiempo, hacer cola in extremis y encontrar una plaza. Situación caótica, aglomeraciones y entrenamiento forzoso que después se verá complementado con una nueva carrera, una vez apeados, para llegar puntuales a nuestro destino final o conectar con otro medio de transporte, porque el dichoso autobús siempre sale como mínimo 10 minutos más tarde de la hora fijada. Eso sí, has tenido la gran suerte de encontrar plaza, porque otra de las lindezas que ofrece esta estación es que despachan más billetes que asientos disponibles.

El tono jocoso de este escrito se tiñe de vergüenza ajena cuando compruebas, día tras día, cómo ancianos o personas con problemas de movilidad, que utilizan esta línea regular para acudir a sus citas médicas de los hospitales de Córdoba o Cabra, transitan de una dársena a otra arrastrando dolorosamente, en sentido literal, sus achaques.

Mi indignación se vio agravada el pasado lunes día 10 de noviembre cuando, harto de esta situación y al preguntar por el responsable de la estación, se me informó que el propio dueño, el señor Carrera, se encontraba allí. Al presentarme y reseñarle los incidentes e indicarle que en otras líneas regulares existe mejor organización y puntualidad, reaccionó violentamente, afirmando vehementemente en presencia de los pasajeros que allí se hacía lo que le daba la gana, que él era el que mandaba y que podía reclamar donde quisiera pero que allí se haría lo que él decía.

Tan inteligente y generosa reacción motivaron, evidentemente, que haya tramitado una queja al alcalde de Lucena, Juan Pérez Guerrero, ya que la estación es propiedad del Consistorio, pero ha cedido su gestión, mediante concesión, a este diligente empresario. También he remitido una carta a Elena Cortés Jiménez, consejera de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía.

Lo paradójico de esta historia es que la solución a este problema no pasa por realizar grandes inversiones económicas, simplemente se trata de imprimir en el billete la dársena que corresponde y regular de una manera más eficaz el trasiego de autobuses. Yo mismo realizo el camino inverso desde la estación de Córdoba, que alberga un mayor número de viajeros y de líneas, y constato diariamente su correcto funcionamiento.

Si bien es cierto que la situación de crisis está empobreciendo muchos servicios públicos, lo que no es tolerable es que estos se vean afectados por la nefasta gestión de empresarios, que con la simple aplicación del sentido común podrían mejorar la atención al ciudadano.

Vicente Dalda

Lucena (Córdoba)