Mucho se lucha para que la Administración Central reconozca y pague la deuda histórica con la región andaluza. Pero nadie habla de por qué la raza gitana fue quedando atrás en el desarrollo global de los pueblos de España. La respuesta más vil, cobarde y despreocupada es afirmar que son los propios gitanos los culpables, que son los que se automarginan. Mentira. La estabilidad que propociona el desarrollo cultural y económico está por encima de cualquier autoconseradurismo marginal. El gitanismo y la cultura son tan compatibles como el ruido del mar y el alma de la gente. A los gitanos nos gusta mucho sentirnos libres. En la cultura está el conocimiento y en el conocimiento está nuestra nueva libertad.

Las carretas ya no andarán errantes por los caminos de piedra. Los nuevos carros son nuestros hijos y la nueva senda los libros, que en ellos hay otro mundo muchisimo más grande por conocer. Volveremos a ser errantes viajando por todos los campos de la ciencia y las letras. En el pasado, las administración nunca luchó por el desarrollo de la raza gitana sino por su extinción como colectivo cultural.

La voz de la ley podía ser esta: "olvida tu idiosincrasia y toda tu memoria, sólo así podrás ser ciudadano. Pero en la calle se te seguirá marginando por tus ojos, tu voz alegre y melancólica, tus cabellos y tu tez aceitunada. Tendrás que renunciar a tu milenaria raza pero no así los demás que seguirán viendo en ti un ser repelente".

El Estado tiene pendiente con nosotros los gitanos una deuda moral que debe traducirse en aumentar los mecanismos de discriminación positiva que faciliten el acceso a la enseñanza primaria de los niños gitanos de barrios marginales y a la preparación laboral de los adolescentes sin estudios.