Esta prolongada crisis está arrasando todos los sectores económicos y si el comercio, el turismo o el cine se están resintiendo gravemente, los toros no van a ser una excepción, y lo estamos viendo en todas las grandes ferias. Desde el 2007 al 2011 se han perdido casi la mitad de festejos taurinos en España. ¿Alguien recuerda tanto cemento en la Maestranza como hemos visto en la pasada Feria de Abril?

Pero no nos engañemos, la fiesta de los toros en España, en Andalucía y en Córdoba tiene un futuro incierto no solo por culpa de la crisis. Al margen de Cataluña y de los antitaurinos son muchos y variados los problemas que atenazan el futuro de la tauromaquia: la devaluación del propio espectáculo, la ausencia de emoción, la decadencia del toro bravo, la falta de toreros profundos y como consecuencia de todo lo anterior, la huida de los aficionados y la ausencia de relevo generacional. Para colmo, el espectáculo es caro, demasiado caro, soportando además un IVA indecente. A todo ello se une una mayor sensibilidad social contraria a los toros (el 60 % de los españoles se declaran ya en contra), el desinterés de los gobiernos y el veto de las televisiones.

Este sombrío panorama general se agrava en Córdoba, una ciudad con mucha historia taurina pero con escasa afición, abonada desde hace años al "quiero y no puedo", taurinamente hablando, con una plaza de excesivo aforo cuya titularidad privada genera lastres, al margen de contradicciones difíciles de superar. La principal, una primera categoría administrativa del coso califal irreal que nos convierte en irrelevantes y generadora de continuas frustraciones año tras año, con crisis y sin ella.

Hace siete años, en el proceso de elaboración del vigente Reglamento Taurino de Andalucía, conociendo el problema y sus consecuencias, se me ocurrió someter a debate bajar la categoría de la plaza y afloró una vez más la eterna contradicción, no exenta de cierta demagogia por parte de algunos taurinos y no taurinos. ¿De qué nos sirve la primera categoría?. Almería, Granada o Albacete son de segunda y les va mucho mejor que a nosotros. La pasada feria taurina ha sido ciertamente pobre en resultados y en público, pero es la tónica general y no debemos flagelarnos en exceso porque si hubiéramos disfrutado de una o dos memorables faenas, como en 2011, quizá viéramos el vaso algo más lleno.

Pienso, no obstante, que la fiesta brava debe tener futuro, aquí y fuera de aquí, pero debe adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia. Menos festejos pero más selectos, toreros más entregados y toros de verdad, empresarios competentes, menos contradicciones internas y acabar con posturas individualistas e insolidarias. Si hay emoción y espectáculo, habrá fiesta. En Córdoba, también.

* Exdirector general de Espectáculos de la Junta de Andalucía