Hace pocos días cayó en mis manos la nota de prensa publicada por la asociación Córdoba Laica que, en apoyo a la publicada por Andalucía Laica, manifestaba su preocupación y su rechazo a la auténtica salvajada que, por lo visto, se perpetra en algunos colegios públicos y concertados de Andalucía: la organización de pequeñas procesiones infantiles en las instalaciones de los mismos e incluso, válgame Dios, la exteriorización de los mismos a su entorno más próximo. Para la resolución de dicho conflicto planteaban la suspensión de estas actividades o enmarcarlas, en todo caso, como actividad complementaria de la asignatura optativa de Religión Católica.

No tengo la respuesta al por qué hay asociaciones que se permiten poner en solfa todo lo que les plazca y, sin embargo, nadie le coloca los pies en su tiesto cuando, por simple notoriedad, los sacan del mismo. Aún así, creo que estamos ante la ocasión perfecta para explicarle a estos señores el por qué puede ser provechoso, académicamente hablando, que un grupo de alumnos/as acompañados de sus profesores/as, organicen, como una actividad escolar más, una procesión junior de Semana Santa.

De manera bastante práctica, comprenderán que sacar una procesión a la calle requiere, ante todo, de un poquito de preparación, de algo de coordinación y mucho de organización. Nada sale bien porque sí, sino, más bien al contrario, porque un grupo de personas ha sumado esfuerzos, de manera voluntaria y altruista, para que la procesión en la calle transcurra sin ningún tipo de incidencia. Por lo tanto, solidaridad, responsabilidad y trabajo en equipo. Ya puestos, si, tal y como hacen las hermandades de nuestra ciudad, tienen que luchar para conseguir hasta el último céntimo que les permita realizar la citada actividad, advertirán que para conseguir lo que se desea en el día a día de nuestro ejercicio vital necesitarán de esfuerzo, imaginación y voluntad, ya sea para vender alguna papeleta, conseguir lo necesario para una buena tómbola o sacar dinero vendiendo polvorones. Todo es poco para costear el paso, las flores, los costales o las velas. Aplicando este criterio, adquirirán una buena dosis de esa cultura del esfuerzo tan lejana de la cultura de la subvención a la que tan bien se agarran ciertos colectivos. Además, tendrán que hacer números. Tirar de matemáticas.

Un poquito más, que hay ahora que montar todo un cortejo procesional, que nada luce si resulta completamente desordenado. Iniciativa, diálogo, predisposición. Seguimos sumando aspectos positivos a la actividad. Y la procesión. Da igual la cifra de costaleros, la calidad de la talla, el tamaño de las velas. Por discreta que sea la misma, el orgullo de quien ha trabajado para que un pequeño proyecto sea una realidad, no tiene precio. Que los niños y niñas vean cómo sus padres acuden a su procesión de Semana Santa es motivo más que suficiente para que la sonrisa y la ilusión los embargue durante el escueto recorrido de la misma. La recompensa del trabajo, casi nada. Si a todo ello sumamos que, sin darse cuenta, irán adquiriendo, fomentando y formando parte de una de las tradiciones más arraigadas de nuestra ciudad, que bebe de las fuentes mismas de la historia y se nutre del trabajo abnegado de sus antepasados. Si sumamos que, sin darse cuenta, comienzan a engrosar la nómina del colectivo más numeroso e importante de Córdoba, donde valores tan denostados actualmente como la solidaridad, la ayuda al prójimo, el refuerzo moral y la caridad no sólo son obligados por la institución sino que libremente trabajados por todas y cada una de las cofradías de nuestra ciudad. Si sumamos, en fin, que la chicotá del paso de palio a los sones de Saeta Cordobesa será lo más parecido a la primera obra de arte que estos chavales hagan en su vida, creo que llegamos a la conclusión de que este tipo de actividades, sobre todo en la enseñanza primaria, aportan un número más que significativo de conocimientos y valores nada desdeñables.

Hace tiempo leí que esta misma asociación propugnaba por la realización de una serie de ritos cívicos en los que los individuos celebrarán momentos importantes de su vida, pero en su vinculación con la comunidad, como aún sigue escrito en su web . Entre ellos, un bautizo en el Alcázar o el paso a los 18 años en el salón de actos de un instituto. Quizás no sepan que en Córdoba no haya acto más vecinal y comunal que la salida de la Virgen de los Dolores. O las Angustias en San Agustín. O el besamanos en martes y trece de los Remedios. Que paseen por la historia, el arte y la tradición de nuestra ciudad un poco más. Y que rechacen un poco menos. Mientras, los cofrades seguiremos trabajando.

* Profesor de Historia del Arte