Con más de cincuenta años de ejercicio de la abogacía y una década desempeñando una cátedra en la Facultad de Derecho no me atrevo a opinar de una sentencia sin conocer su texto completo, las pruebas practicadas y las alegaciones y pretensiones de las partes habidas en el proceso y en el juicio. Me quedo de piedra cuando miles y miles de personas sin la más mínima idea de Derecho y sin el más somero conocimiento del caso, con tan solo el conocimiento liviano de las gacetillas de prensa y las noticias de la televisión, hacen un enjuiciamiento rotundo de una sentencia peliaguda dictada en un caso muy complejo, y llevan su temeridad a salir gritando a la calle detrás de una pancarta las más duras condenas a los juzgadores y las más arbitrarias peticiones de modificaciones legislativas; ni más ni menos. ¡Qué país!

Pero este es un país ignaro y temerario de abajo a arriba, pues ¿qué me dicen ustedes de las declaraciones del ministro de Justicia poniendo en duda públicamente la idoneidad de un magistrado, que además es el autor de solo un voto particular? ¡Qué país!

Siempre hay una batuta escondida provocando y dirigiendo los alborotos de masas, sea con fines electorales o cualesquiera otros con contenido político o económico. No sé qué batuta, pero desde luego hay una y poderosa, que está alborotando y mucho a un colectivo grande --la mitad de nuestro mundo--, el de las mujeres. Es fácil enaltecerlas subrayando su condición de víctimas, provocar su ira y dirigirla bien contra los hombres en general o contra los tribunales y leyes en particular. Ahora la batuta ha conseguido que el colectivo se indigne porque tan solo han impuesto a los de La Manada una pena de nueve años de privación de libertad... Cuando el Código penal señala para el homicidio --la muerte de una persona- pena que empieza en diez años de prisión.

¿Qué querían, que los de la manada fueran fusilados en la plaza de toros de Pamplona tras correrlos en un encierro?

No sé cómo las gritadoras no consideran una pena muy grave la prisión por nueve años. Como ellas no saben que está comprobado que la chica se besó libre y espontáneamente con uno de los miembros del grupo antes del fatídico portal. Como ellas no saben que la chica cuando fue encontrada sentada en un banco y llorando, lloraba más por la sustracción del móvil que por lo que le había pasado. Como ellas parecen ignorar que la sentencia es susceptible de recurso, y que cuando ella se dicte es el momento de la verdad, el de valorar y criticar, eso sí, siempre con conocimiento de causa.

Al decir ellas, me refiero a las gritadoras arbitrarias. A las que por lo pronto les diría que si quieren opinar empiecen por leerse los más de ciento cincuenta folios de la sentencia, cosa que desde luego yo he hecho, por lo que puedo opinar con cierto fundamento que está muy trabajada y que los hechos probados han sido concienzudamente valorados.

Y conste que la juzgo no como hombre frente a la mujer, sino como jurista de larga experiencia, que cuando se ducha por la mañana intenta quedar limpio de prejuicios.

Y conste que tengo las ideas de un preso: lo más grave que hay en este mundo es el asesinato de niños y la fuerza en lo sexual...que si es en grupo es realmente repugnante.

Pero me repugnan esos actos tanto como los gritos arbitrarios tras pancarta, que solo tienen como causa la obediencia inconsciente a la batuta poderosa.

Y termino reconsiderando que la justicia es muy difícil y que la nuestra, la española, es de lo mejor que tenemos, como todo el mundo reconoce cuando se refiere a los sucesos con que se enredan esos catetos del nordeste, que tratan de romper y empequeñecer un mundo que cada día se hace mayor.

* Escritor y abogado