Que no es desconfianza, de verdad, que no. Pero que me expliquen un par de cuestiones. La primera, ¿cómo es posible que la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, a través de la Red de Información Ambiental de Andalucía, se atreva a pronosticar una subida media de las temperaturas en Córdoba de 3´5 grados al final de este siglo? Porque aunque se hayan manejado tres escenarios posibles, el pesimista, el neutro y el optimista, qué sabe nadie --como cantaba Raphael-- lo que va a pasar de aquí a veinte, a cuarenta, a sesenta años. Los coches, principal agente emisor del CO2 que alimenta el efecto invernadero, corren que se las pelan hasta su remodelación no contaminante, y ahora, encima, si pasan por no sé qué plataformas que mostró ayer la tele, producirán millones de kilowatios limpios y gratuitos. La osadía de los estadísticos al manejar datos actuales cuya procedencia sabemos va a ser obsoleta mañana es inconmesurable; no han escuchado La verbena de la Paloma , en la se canturreaba aquello de "las ciencias adelantan que es una barbaridad, una brutalidad, una bestialidad". O sea, que atreverse en 2014 a predecir lo que vamos a sudar en 2101 tiene tanta probabilidad de cumplirse como si en 1914 hubieran predicho que el zeppelín se convertiría en el arma aérea por antonomasia en 2001. La segunda cuestión (que no se me había olvidado) es por qué la Junta dedica esfuerzos a echarnos el tarot climatológico en vez de remover cielo y tierra para recuperar los millones de los ERE, de los sindicatos y hasta de Argantonio, y que vuelvan al erario público.

* Profesor