El mundo es un jardín de infancia, una guardería, pero sin la inocencia ni la bondad inherente a los mocosos. Todo es un puro infantilismo y el infantilismo reina y gobierna, no hemos aprendido nada en milenios a no ser a perfeccionar la hipocresía para que lo que venimos haciendo desde las cavernas en cuanto a brutalidad o egoísmo ahora por lo menos no se note o no traspase. La violencia, el matonismo de barrio, el aquí mando yo, el esto es mío, el conmigo o contra mí, el estás en mi banda o no eres de mi bando, todo es infantil, aldeano, pequeño. Infantil el machismo (no tengo claro si el feminismo) innato del ser humano, la exclusión del desvalido, el robo innecesario y desmedido por parte de quien ya tiene más de lo que necesita, el alineamiento de la justicia con el que manda (ay, por qué tantos siguen libres, por qué ningún capitoste de la jaez que sea jamás devuelve lo que se llevó, por qué en algunas regiones las sentencias son papel mojado y no ocurre nada). Todo es puro infantilismo y conformidad, exigencia del interés propio o inacción para que no cambie nuestra tranquilidad. Nos hemos dotado durante siglos de instituciones cada vez más perfeccionadas y más chiripitifláuticas (sobre el papel) que no han supuesto un cambio real en los comportamientos o en la interiorización de nuevas creencias, todo lo más un lavado de intenciones de cara a la galería. Como los niños: interesados, cobardes, maltratadores, egoístas, zalameros con el fuerte, opresores con el débil, descuideros cuando nadie mira, gamberros a la chita callando, violentos por capricho. Una joyita.

* Profesor