En esta sociedad de hoy, los buenos son los que se venden como los más solidarios. Y esos que se autodenominan como los más solidarios son esos mismos que critican ferozmente al capitalismo, o sea, a esa clase empresarial supuestamente siempre inhumana y explotadora que se aprovecha de la inocencia del pueblo llano para sacarle plusvalía hasta de su sangre. Y estos mismos criticones sin oficio y con mucho beneficio se las dan de angelitos de la guarda y presumen de poseer la conciencia social más bella. Pero en su currículo no existe dato alguno de sacrificio por los demás, pero sí nóminas de ongs, sindicatos, partidos o como comentaristas de medios de comunicación. Lo tragicómico es que cuando los problemas están en la puerta y hay que arrimar el hombro, estos parlanchines sencillamente desaparecen. Además, esos que hablan tanto de que todo pertenece a todos por el hecho de nacer y que se jactan denunciando las desigualdades sociales luego resulta que en la intimidad son unos sibaritas aficionados al buen vivir que si se les recorta un euro o un derecho en pro de la generalidad saltan como hienas exigiendo lo que es solo suyo. Paralelos a estos existen una serie de empresarios de raza que son todo lo contrario a unos explotadores tipo caciques o de grandes compañías, que empezaron desde abajo, desde los barrios populares (y no desde la corte o apellidos históricos) y con inteligencia, tesón, constancia y sobre todo mucho curro, consiguen crear un particular imperio económico provincial hasta que llega un momento que su éxito comercial es tan rotundo que bien podrían retirarse a disfrutar de una vida contemplativa llena de viajes para conocer las maravillas del mundo y los placeres gastronómicos de distintos lugares paradisiacos y sin embargo, como son conscientes que hay que mantener el negocio porque demasiada gente depende de ello, se siguen levantando a las seis de la mañana todos los días, trabajando --sin exagerar-- de sol a sol incluidos domingos. Pues aquí en Córdoba, en nuestra ciudad, tenemos un claro ejemplo de ese empresario heroico y humano que vive para trabajar como es José Antonio Piedra, dueño junto a su familia como todos sabéis de una cadena de supermercados. La envidia es muy mala pero afortunadamente no es más poderosa que la verdad. Desde aquí animo a este hombre a que siga en la palestra y que no desfallezca en su afán de ser cada vez más justo. Porque gracias a personas como él, con sus virtudes y sus defectos, nuestra ciudad es menos pobre por no decir más rica. ¡Animo amigo!

* Abogado