El pasado jueves se cumplieron doscientos años de la muerte de Jane Austen, una de las escritoras británicas más populares, que abordó con gran perspicacia las relaciones humanas y supo descubrir las verdades del corazón. Los temas de Austen son perennes, y quizás resultan de particular actualidad hoy, pese a los grandes cambios de la sociedad, ya que hablan de unas relaciones simbióticas entre los sexos, donde el hombre y la mujer trabajan juntos, se perfeccionan el uno al lado del otro, aunque sin caer en la ingenuidad de las novelas rosas, donde los problemas se obvian. En Austen, esa complementariedad de los sexos hace que acabe aflorando lo mejor de cada uno. Austen nunca se casó, y tuvo supuestamente un idilio con un abogado escocés rabiosamente anticatólico, aunque aquello no prosperó. El verdadero alcance de este romance no está muy claro. Lo cierto es que Austen se dedicó gran parte de su vida a servir a su familia, a los hijos de sus hermanos, a su madre enferma y a los demás. Llevada de su generosidad y espíritu cristiano, se dedicó a la beneficencia en favor de los necesitados, y a afrontar su enfermedad con entereza. En su lápida mortuoria, en la catedral de Winchester, se destaca su pureza de vida. Puede que sea un concepto lejano para muchos intelectuales de hoy, pero a los artífices de la tumba les pareció importante reseñarlo. Austen debió de cultivar hasta su muerte este estilo de vida. También ha trascendido su postura de confianza en Dios, al que en medio de su agonía pidió paciencia para soportar el sufrimiento. Una de sus novelas más conocidas lleva por titulo Persuasión, y en ella se nos narra la historia de Ana, que sabe afrontar con realismo y sabiduría, la verdad de su corazón. Jane Austen fue una destacada novelista de la literatura británica. La ironía que emplea para dotar de comicidad a sus novelas hace que Austen sea contada entre los «clásicos» de la novela inglesa. Recuerdo y admiración en el bicentenario de su muerte.

* Periodista y sacerdote