Se suele llamar jabalí al diputado de lengua afilada, casi siempre falaz y muy salvaje. Lo encontramos en nuestro Parlamento hoy y lo hubo siempre. Luis Carandell, maestro de la crónica parlamentaria, nos dijo que el nacimiento de este apodo viene de la II República cuando la furia parlamentaria alcanzó a ser cimera. En la etapa democrática que vivimos también han aparecido estos especímenes. Sobre todo han sido notables en las filas del PP: Luis Ramallo, González Pons, Rafael Hernando... Los socialistas, a pesar de algunos conatos, nunca lograron tener una figura descollante en esta miserable función. La derecha siempre quiso convertir a Alfonso Guerra en esa persona siniestra. Pero Guerra nunca fue un diputado salvaje, su inteligencia y sensibilidad lo impedían, a pesar de su lengua tan bien dotada para la sátira.

Otra característica del buen jabalí parlamentario español es que nunca obtuvo mejores galones dentro de su partido, a pesar de los grandes méritos que coleccionaba en su empleo. Nunca llegaron a ser ministros o primeros responsables de grandes instituciones públicas. Y no dejaron de ser unos segundones dentro de su partido, a pesar de sus esfuerzos. Pero después de 37 años de vida parlamentaria democrática Rajoy ha venido a romper la costumbre haciendo portavoz del grupo parlamentario popular a Rafael Hernando. Este jabalí ha conseguido lo que ningún otro: ganar la más alta posición en su grupo gracias al mérito contraído por la descalificación siempre del contrario.

Con este nombramiento, Rajoy va ultimando una guardia pretoriana que más parece un círculo de hierro, una línea maginot para asustar a los adversarios y la defensa más ofensiva de una ciudadela política que nunca preparara un presidente en democracia. Se acabó --si es que lo hubo alguna vez-- el juego bonito, han llegado las mangueras para embarrar el campo de juego y pronto los jugadores populares barrerán el centro del campo con sus piernas segadoras, en tanto las defensas de La Moncloa semejaran las barreras de picas de nuestros viejos tercios.

Rajoy ha decidido no distinguir las señales de alarma de las amenazas reales. A diferencia del César sitiado en el Capitolio de Roma, que supo aprovechar el graznido de los gansos de Juno para adelantarse al ataque de los bárbaros y rechazarlos, él ha supuesto que todos son enemigos, los gansos y los bárbaros, que son demasiados y que sólo resistirá si no le abren en mayo un hueco serio en la coraza de tortuga que se está construyendo.

Este planteamiento tiene numerosos agujeros pero sólo unodeterminante: el valor y la pericia de cada uno de los miembros de su milicia. ¿Tiene Rajoy buen equipo?

* Periodista