Cuando el otro día vi en la tele al Pepín, mi colega de siempre del barrio de la Fuensanta, flipé como en aquellos años cuando de niños chicos lo veíamos bailar flamenco en los concursos que organizaba el mesón Doña Antonia de la Avenida Virgen Milagrosa. La verdad que a lo callado siempre he seguido la carrera bailaora de ante todo esta excelente persona de buena semilla como todo lo que sale del corazón del pueblo. Cuando se hizo mozo, como ambos somos flamencos, lógicamente coincidíamos de marcha en los mismos sitios; pero como a esa marcha nuestra le molestaban las vulgares discotecas de chin pum chin pam buscábamos sitios de arte. No se me olvidará cuando nos dejó con la boca abierta bailando unas sevillanas en el mesón La Caseta, que estaba en la plaza de San Hipólito. Pepín se lo ha currado de gordo. Siendo una gran artistazo como era, a la vez que bailaba se buscaba sus habichuelas dando el callo trabajando de camarero en el pub Esquema, que estaba en la calle Reyes Católicos. Pero tanto talento al final sale y por eso el gran Mario Maya lo fichó. A partir de ahí, mi Pepín no paró de disfrutar de su vida porque su vida es el baile flamenco. Miren, hay muchas maneras de ser artista. Fundamentalmente dos: aquellos que interpretan que el artista está por encima del arte y los que creen lo contrario. Los primeros tienen una personalidad expansiva y necesitan alimentar su ego porque si no, su arte se seca. Pero Pepín es de los segundos. Para estos, el famoseo pasa a un segundo plano y solo se preocupan de poner en escena su pasión artística. Lógicamente, el bla, bla, bla vendrá porque la genialidad da que hablar. Pero para estos artistas la fama es un efecto tan irremediable como secundario. Don José Serrano es de esos, un artista de verdad como lo fueron Carmen Amaya, Camarón de la Isla, o su mismo maestro Mario Maya, es decir, profesionales que pasan de la gente pero no del público y que solo se preocupan de su casa y del escenario. Y como Pepín no solo es un pedazo de bailaor sino un pedazo de hombre, la actual y bonita diosa de la simpatía y del baile flamenco, Sara Baras se lo quedó todo para sí y desde que se casaron no paran de dar honor y categoría por todo el mundo al legado más auténtico de Andalucía. Y ya hablando de todo pues subrayo que el gran bailaor José Serrano es cordobés y aunque reitero que es un artista que no presume de sí mismo, sí que predica por donde va su amor por nuestra ciudad. Por tanto, si lo traemos a la próxima Noche Blanca, no solo le haríamos justicia sino que le daríamos a esta noche una manita de pintura que ya le va haciendo falta...

* Abogado