Es innegable que los partidos de izquierda en España perdieron su tradición federalista en algunos casos y centralista en otros, y se escoró desde el comienzo de la transición hacia el nacionalismo. Lo que sorprende es que la tradición en la izquierda no era precisamente esa, pero el franquismo cambió muchas cosas. Aunque el precedente en los años sesenta fuera la confluencia de los movimientos de liberación nacional, sobre todo en Sudamérica, con la izquierda internacionalista y una tácita aspiración a conseguir la justicia social luchando contra la realidad impuesta e imperialista.

Pero la identidad de la izquierda se relaciona con la aspiración a la disminución de las desigualdades (o utópicamente a su desaparición). El hecho diferencial no es precisamente una manera de disminuir las desigualdades. Pero no solo eso; la desaparición de las fronteras o al menos la permeabilidad es también una aspiración ideológica de la izquierda por lo que no parece que se conjugue bien la defensa del inmigrante con la exclusión del diferente, lo que es propiciado por la creación de nuevas fronteras geográficas, de nuevas naciones a través de un inventado e incomprensible --si se reduce al absurdo--, derecho a decidir. La independencia produce nuevos extranjeros e inventa nuevas identidades, casi siempre forzadas. En este sentido escribió el poeta Edmon Jabès: "Hacer propio un lugar cualquiera, ¿no es, enseguida, excluir al vecino? ¿Se puede obligar al extranjero a renegar de sí mismo, imponerle una disciplina que lo llevaría a un patético repudio de sí mismo?"

Por otro lado apoyarse en la crisis social y económica es un argumento tan de derechas que cae por su propio peso. ¿O es que solo los nacionalistas la han sufrido y solo ellos fueron antifranquistas? La izquierda además parece que no aprende. Cuando se ha unido al nacionalismo es este quien la ha sustituido. Ellos triunfan y la izquierda fracasa, entre otras cosas porque a la gente no le gustan las suplantaciones. Que la izquierda se ponga del lado del nacionalismo es ponerse del lado de lo irracional, del mito inventado y la irresponsabilidad, en sentido literal. No hay que olvidar que todo nacionalismo aspira históricamente, incluso ahora como se ha demostrado en Crimea, a una ampliación territorial que se une siempre a la violencia. No ya a la violencia militar o paramilitar sino a la ciudadana, en la que muchas personas se ven de improviso desprovistas de sus derechos.

Es cierto que entre los errores de la derecha y la izquierda se ha inflado el nacionalismo, pero ha sido esta última quien le ha dado el fuelle necesario; a la primera ya se le suponía. Quizás en determinada izquierda lata un cierto sentimiento antisistema para apuntarse a cualquier manifestación contra lo establecido y el nacionalismo excluyente sea una forma de manifestarlo, pero no parece una deriva seria ni los problemas sociales se resuelven así. Si es una reacción a la globalización económica, los dos extremos suponen en sí mismos un peligro para la democracia.

Dice Antonio Muñoz Molina en su libro Todo lo que era sólido : "Es normal que un nacionalista sea nacionalista, como que un mormón sea mormón. Ya lo es menos que sean nacionalistas los socialistas, los comunistas, los libertarios los conservadores, los representantes de minorías sexuales, y que no solo lo sean, sino que con mucha frecuencia se esfuercen por serlo más y con más vehemencia que los veteranos primitivos del nacionalismo". A la izquierda debe interesarle mas la justicia social que la identidad nacionalista. El ridículo llega a lo cotidiano cuando una persona de izquierdas es sospechosa de todo si se declara contraria al nacionalismo. Para convivir es más importante de lo que separa lo que une; a fin de cuentas todos --incluidos los no nacionalistas aunque parezca mentira--, somos humanos.

El nacionalismo lleva la exclusión en su identidad, no el pluralismo --cultural y político--, y no es ello lo que sustantiva a la izquierda, sí a los nacionalismos tradicionales que ven ahora en la izquierda un aliado eficaz e ingenuo. Un valor de la izquierda es el progreso, lo que implica cambio y lo que casa muy poco con los valores ancestrales que reclaman los nacionalismos. ¿Cómo pueden coincidir en los fines la izquierda --favorecer lo solidario, la igualdad-- con el nacionalismo que quiere alcanzar un Estado independiente y la segregación? Marx denunció en el siglo XIX que un fantasma recorría Europa, el fantasma del nacionalismo. Ese fantasma aparece de nuevo y no presagia nada bueno. Para Lenin el izquierdismo era la enfermedad infantil del socialismo. En los albores del XXI el nacionalismo es la enfermedad pueril de la izquierda.

* Médico y poeta