A Paco Laguna

Se celebra este año el primer centenario del nacimiento de Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, y a pesar de la amplia programación preparada por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento --Manolete 100 años vivo--, echo en falta la inclusión de un festejo de carácter extraordinario para conmemorar dicha efeméride. Por otro lado, en ninguno de los actos celebrados por distintas peñas, clubes, tertulias y otras asociaciones culturales, en ninguno, repito, se ha pedido la celebración de un festejo de tales características. La Federación Taurina no está en el cartel. Ni siquiera la Cofradía Gastronómica del Rabo de Toro Cordobés se ha pronunciado. Y eso que a todas les une lo mismo: la defensa de la Fiesta Brava. «...la fiesta más culta que hay hoy en el mundo» (Federico García Lorca).

La Córdoba de antes de la tragedia de Linares (70 años) tuvo su particular Islero: la envidia. Los cordobeses no le perdonaron a Manolete que se hiera rico con su trabajo, matador de toros, y por ese motivo le enseñaban las entradas cada vez que toreaba, llegando incluso a la ofensa personal. Por cierto, gracias a una buena administración sus familiares siguen disfrutando de su herencia. Y lo que menos le perdonaron fue que «se echara novia». Por todo ello y algo más le achacaron que no quisiera torear en su tierra. Todo lo contrario. Córdoba no quiso que Manolete toreara en Los Tejares. Por eso Sevilla --siempre Sevilla-- lo encumbró. Pienso que Camará pudo haber hecho algo más. Eso sí, el día de su entierro Córdoba entera se echó a la calle, manifestación de duelo solo superada años más tarde con la muerte de Julio Romero de Torres, a quién Córdoba tampoco reconoció en vida.

Y como la historia se repite, hoy, como ayer, Córdoba tiene su Islero. Otra vez. Atiende por Antitaurino, perteneciente a la ganadería del Ayuntamiento y pasta en la dehesa del desconocimiento, la intolerancia y contra la libertad. A propósito del desconocimiento, el filósofo Ortega y Gasset (poco apasionado de la Fiesta) se enfrentó con intelectuales de su época al afirmar: «Saber, lo que se llama saber lo que es un torero no lo saben en España y , por ende, en el mundo más que yo; porque si no he asistido a las corridas de toros más que de forma esporádica, he hecho lo que era mi deber de intelectual español y que los demás no han cumplido: he pensado en serio sobre ellas, cosa que los demás no han hecho antes». Que entienda quién quiera (y pueda).

Comoquiera que el Festival contra el Cáncer --de gran arraigo en la ciudad-- quedó aplazado, bien pudiera celebrarse con carácter extraordinario como homenaje a Manolete, de quién hay que recordar que actuó varias veces en la Corrida de la Beneficencia, en distintos festivales benéficos y en el anual de sus compañeros artilleros que él mismo organizaba. Dejo el toro en la plaza de Los Califas (Lagartijo-Guerrita-Manolete) para que lo toreen al alimón la Asociación contra el Cáncer y los toreros cordobeses. La Córdoba culta, tolerante y libre no puede permitirse en este Centenario ver torear a Manolete solo en las tabernas. De ser así, a Manolete, hoy como ayer, entre todos lo mataron y él solo se murió. Islero pasaba por allí. A lo mejor hay que indultar a Islero.

* Abogado