Esa frivolidad encantadora, esa torpeza entrañable, esa deliciosa combinación de infantilismo y sensualidad... Desde la antojadiza Eva que se empeñó en coger la manzana del árbol prohibido hasta la indiscreta Pandora que abrió la caja de los truenos y liberó todos los males que fustigan al mundo. Entre la mujer demonio y la virgen, entre el mal y la pureza, el arquetipo de la mujer ingenua se sitúa a caballo de ambas. Su incapacidad es más achacada a una torpeza boba que a una voluntad perversa. Un halo de simpatía la ampara. En plena lucha por la igualdad, ¿por qué algunas mujeres adoptan voluntariamente ese papel?

Marilyn Monroe entorna los párpados, hace morritos, lanza alguna pregunta cándida y el personal masculino se derrite. Son los años 50. Una insegura Bridget Jones se enfrenta al miedo a envejecer, a engordar y a conseguir la estabilidad amorosa. Poco importa que sea una profesional con independencia económica, constantemente se pone en ridículo en su patosa búsqueda del príncipe azul. La novela se convierte en un best seller, la película en un boom y el próximo otoño se estrena su tercera secuela. ¿Siguen gustando las tontitas?

¿Cuál es el día de la mujer? El día menos pensado. ¿Qué problema ha tenido una mujer que pierde el 80% de su inteligencia? Que se ha quedado viuda. ¿Cuál es el mes en que las mujeres cometen menos tonterías? ¡Febrero! Porque tiene menos días... Me parto.

La condición de mujer-niña está arraigada en lo más profundo de nuestra cultura. Como recoge la filóloga Mercedes Arriaga en Sin carne: representaciones y simulaciones del cuerpo femenino, «el derecho siempre consideró que el género femenino tiene una incapacidad natural que lo obligaba a permanecer sometido a tutela perpetua». Esta tutela, del padre al marido, lastró durante siglos la evolución de la mujer. No solo su independencia económica, sino también su papel en la sociedad, su función en el mundo cultural y, por supuesto, su autoestima. Un sometimiento relacionado con el sentido de la posesión de ellos.

El informe ¿Fuertes como papá? ¿Sensibles como mamá? Identidades de género en la adolescencia, realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, se centró en analizar los estereotipos, los roles y los referentes colectivos de los más jóvenes. El estudio desveló esta aceptación generalizada: «Las chicas son sensibles, tiernas, preocupadas por la imagen y responsables. Los chicos son dinámicos, activos, independientes y posesivos». La atribución de roles no significa carencia de los no asignados, pero si nos aventuramos al juego de los contrarios obtendríamos que las chicas son más pasivas y dependientes y ellos más rudos e irresponsables. La perfecta definición de estereotipos machistas.

Hace 37 años, la teniente Ripley de Alien, interpretada magníficamente por Sigourney Weaver, fue uno de los primeros personajes femeninos independientes y fuertes de la historia del cine. Una mujer sin ningún tipo de subordinación a un hombre. Todo un acontecimiento que esconde una pequeña trampa. En realidad, el papel había sido concebido para un hombre, pero el director, Ridley Scott, no encontraba a ningún actor que le convenciera. Años más tarde, el mismo Scott sí creó dos excepcionales protagonistas femeninas en Thelma y Louise. La película estuvo a punto de no realizarse. Unas mujeres que disparan a un violador y prefieren el suicidio a perder la libertad era un argumento demasiado arriesgado para los productores. Pero Scott logró su película, el feminismo ganó un mito y 25 años más tarde... aún es una excepción.

El test de Bechdel nació en el cómic Unas lesbianas de cuidado, de Alison Bechdel, y se ha convertido en un método para evaluar la brecha de género en la producción cultural. Para que una obra pase el test deben aparecer al menos dos personajes femeninos, dichos personajes deben hablarse entre ellos en algún momento y la conversación ha de tratar de algo más que no sea un hombre. Se calcula que solo el 55% de las 108 películas nominadas en los Oscar del siglo XXI pasan el test. De las 16 ganadoras, solo 9 lo superan. Por el contrario, la práctica totalidad de los filmes cumplirían los requisitos si se ajustaran a los personajes masculinos.

La imagen de la cándida Marilyn sigue triunfando. Sus enamorados también siguen presentes. Para ellos es un modo de sentirse halagados, de afianzar su poder. Para ellas puede ser un método fácil para conseguir sus fines, pero a cambio se convierten en una pieza más del engranaje que dificulta la igualdad de oportunidades. Otro modo de sexismo. Quizá más sutil, más aceptado, donde el hombre no juega a ser el macho dominante, pero que no deja de ser cómplice de los beneficios que ha adquirido en la larga historia de la supremacía masculina. Una claudicación. H

* Periodista y escritora