Cuando escribo estas líneas es viernes y todos hemos visto ya la imagen en la que Gabriel García Márquez nos dice hasta luego. Espero poder dedicarle unas palabras la próxima semana y así poder mostrarle mi gratitud debidamente. Hoy es el día en que debo recordar al maestro, a Miguel de Cervantes. No podía ser de otro modo. Porque así lo hubiese querido él también, estoy seguro. Cervantes y la libertad. Cervantes y la novela. Comencemos por el principio: como bien supo explicar Alejo Carpentier, también maestro de Gabo, no sabía, probablemente, Cervantes, al escribir los primeros capítulos del Quijote , que iría a escribir una de las novelas más raras, más complejas y más originales de todos los tiempos; y tal vez por esa complejidad se afirma con frecuencia que es un libro difícil. Porque en las páginas del Quijote se contienen todos los enigmas de la humanidad, el juego permanente entre realidad y ficción, el cuestionamiento de la cordura y la locura, el entendimiento íntimo entre los hombres, las redes de complicidad y empatía que se tienden entre ellos, la complejidad del comportamiento y sus matices.

Mitología y literatura vuelven a fundirse, con el transcurrir de los siglos, en la novela a través de la criatura de Miguel de Cervantes: don Quijote es el mito literario que ha calado más hondo en la conciencia universal. En todas partes despierta admiración y simpatía, haciendo sombra a los antiguos dioses y a los míticos héroes. ¿Qué mundo es el que nos revela para que su figura tenga más resonancia que cualquier otra en la literatura? No hay corazón que no le dé hospedaje, ni lengua que no haya hecho suyas sus palabras. Todos lo aprecian y reconocen. Es familiar incluso para aquellos que no han leído aún su historia, que, por desgracia, no son pocos entre nosotros. Y, sin embargo, puede afirmarse que donde no ha llegado, ni llegará jamás la novela de Cervantes, llega su hidalgo convertido ya en un mito universal.

Si preguntásemos a alguno de nuestros contemporáneos, en cualquier parte del mundo, en qué consiste el mito quijotesco, contestaría que don Quijote es un hombre que lucha por la implantación de la justicia sobre la tierra, aun teniendo la certeza de su fracaso. Y nosotros añadiríamos: "No importa su derrota, pues la derrota es inherente al quijotismo, importa su actitud. Cuanto más lo apalean, más dentro de nosotros lo sentimos". No hay ser humano que no comparta esta creencia. Luis Rosales escribió que la novela de Cervantes es, a un tiempo, sencilla y misteriosa. La prueba de su sencillez es que puede resumirse en unas pocas palabras, y prueba su misterio el hecho de que se siga hablando de ella permanentemente. Algo extraño sucede a sus lectores: parece que no leen el mismo libro, o si lo leen tienen ideas muy distintas sobre él. Como muy bien apreció García Márquez, es en el aspecto insólito de la novela cervantina donde se ve inscrito, proféticamente, el futuro de la novela, que abarcaría, así, desde la ínsula prometida a Sancho hasta Macondo y sus Cien años de soledad .

*Profesor de Literatura