Turbador. Un hombre de 63 años, pero con plenitud física e intelectual, amante apasionado de su trabajo en un organismo de las ciencias de la salud radicado en el Sur cuenta los días para poder jubilarse. Causa: el desvío y desconcierto que cree encontrar en los cuadros de mando de las organizaciones de su labor profesional, carente hoy para él de acicate moral y satisfacción anímica. Resultado: drama o tragedia, quizás en su acepción menos enérgica y lancinante, pero desastrada y devastadora, en fin…Situación, por desgracia, nada insólita en la vida española hodierna, mas no por ello menos pesarosa.

La apelación a la ya mítica crisis de las postrimerías de la precedente década es un cómodo expediente para «contextualizar» hechos y ejemplos de naturaleza semejante; pero tal recurso dista de aquietar la honda turbación provocada por situaciones como la referida, multiplicada por mil a lo largo de la anchurosa geografía hispana. No son solo las condiciones de trabajo y de la política social de los gobiernos nacional y autonómicos, la ineficacia o impotencia de sus propuestas, decisiones y cálculos los motivos más determinantes del mencionado clima de frustración y desasosiego casi universales. Han de existir incontables déficits y quebraduras en la convivencia de nuestro país para suscitar una atmósfera penetrada de tan intenso y extendido pesimismo existencial en jóvenes, adultos y hasta ancianos.

Naturalmente, los remedios deberían buscarse en la acción de los poderes públicos y organizaciones sindicales y patronales. Mas, en el optimista supuesto de un cambio profundo en la legislación correspondiente que quepa presentarse como modesta panacea, no bastará para dar paso a un horizonte abierto a la esperanza de gentes como las ahora aludidas. Es todo un ambiente imbuido de las mejores virtudes cívicas -solidaridad, tolerancia, patriotismo-- el que ha de generarse a marchas forzadas, sin perder un minuto o malograr una coyuntura, el que ha de construirse en la sociedad española para impedir que la desesperación reduzca en ella su deprimente prepotencia hasta límites mínimos, superables en toda colectividad responsable y vigorosa.

El flamante e, institucionalmente, innovador Ministerio del economista Pedro Sánchez encarnará, como los precedentes, las ilusiones de sus gobernados. Deseémosle una afortunada navegación en aguas tan agitadas, pues es mucho lo que el buen pueblo español apuesta en ella.

*Catedrático