Por lo general la discriminación de las personas inmigrantes aumenta de forma considerable en períodos de recesión económica, en donde los discursos y las banderas parecen confundirse. Los que discriminan abastecen de argumentos e información a sus seguidores y, si pueden, manipulan el discurso y dan a sus incondicionales lo que quieren escuchar. Y algunas voces van incluso más allá, llamando a perseguir a trabajadores inmigrantes en los tajos y en los pueblos, impidiéndoles ejercer su derecho al trabajo. Y así, la población vuelca su insatisfacción sobre los inmigrantes, considerados como presuntos causantes del paro y la degradación de las condiciones laborales. En situaciones de crisis económica e incertidumbre social es normal que las sociedades se vuelvan sobre sí mismas y eleven las exigencias de pertenencia e identidad. El problema es el discurso político antiinmigración que se ha convertido en un discurso sencillo, instintivo, que cuaja bien entre la gente. En plena crisis, parece funcionar el mensaje de "primero nosotros".

La inmigración se ha convertido en uno de los grandes temas de los debates electorales, relacionado con un nuevo factor que condiciona los mensajes de los políticos: la crisis económica y el paro. En algunos pueblos se lanzan discursos demagógicos e incluso, como ha hecho la derecha en Cataluña, de carácter xenófobo, siendo los propios gobernantes de los ayuntamientos los que plantean dilemas sobre el fenómeno migratorio. Se ha hecho un uso irresponsable del discurso sobre inmigración, para remover bajos sentimientos en busca de rédito electoral, facilitando la labor de demagogos que se sirven de cierta sensación de agravio de la población para promover sus intereses.

Nos vemos inmersos en una cierta irrealidad teórica que se desarrolla al margen de la economía y la sociología obligando a las personas inmigrantes a refugiarse en sus creencias ancestrales y abandonando la pretensión histórica de la "integración fácil" hasta confrontarse con ella, resistiendo a un cúmulo de circunstancias dramáticas: un paro que alcanza cifras increíbles, un mercado segmentado y desestructurado, una normativa que se ha ido endureciendo con más requisitos para mantener la situación legal, multas a quien dé cobijo a indocumentados o la creación de los polémicos Centros de Internamiento para sin papeles.

Estamos ante un sistema económico que resulta ser una mezcla de un capitalismo sin capital y un corporativismo con connotaciones nacionalistas que ha convertido a los que no son de aquí en chivos expiatorios para descargar muchas frustraciones y justificar el fracaso de sus gobernantes incapaces de buscar soluciones a la situación económica del país y al gran índice de paro. Una clase política fundida entre izquierda y derecha en su visión de la inmigración, una clase política con corazón de derecha y discurso de izquierda. Lo de "ciudadanos del mundo" que muchas veces pronunciamos se queda en una mera retórica, un signo del fracaso ético de la raza humana. No hay ninguna respuesta fácil ante la complejidad de la inmigración, de la relación inmigrante-trabajador, de la relación inmigrante-ciudadanía y de las consecuencias de la crisis económica. Sin embargo, encontraremos la respuesta en el fracaso del modelo político y de la política en general y en el hecho de que todos acabaremos perdiendo si excluimos a los que tienen un papel positivo que desempeñar en la sociedad, trabajando y viviendo los unos al lado de los otros, enriqueciendo la vida cultural, y extendiendo nuestros horizontes y redes a cada rincón del mundo.

* Secretario de Migraciones de CCOO