Lo escribí hace años y lo vuelvo a escribir y lo escribiré: podemos estar tranquilos: los independentistas catalanes no harán independiente a Cataluña, porque su independencia sólo es palabrería según les sople el viento. Su independencia ni siquiera es fruto de una miopía egoísta; es algo más elemental, más pedestre y más violento: es el yo mí me conmigo; el yo soy mi dios, caiga quien caiga; la pura farsa de la pura hipocresía. Ni la voz les tiembla. Es el soy, voy y estoy donde pueda sacar tajada. Es el medrar para medrar. ¡Se sienten tan felices ante sus enormes espejos! ¿Quién ve las manos que limpian esos cristales? Aquí soy una cosa y allí otra. Ahora me pongo así; mañana, asá. Ayer me subí los pantalones, hoy me los bajo. Hoy me pongo la chaqueta, mañana me cambio de chaqueta. ¿El futuro? Mi gorra; pasarla y que vuelva bien llena. Y debajo, siempre mi misma piel verdosa de serpiente camaleón. En realidad, es fácil; sólo se trata de crearme un personaje y representarlo sin más. Y reír, ¡siempre reír! La quintaesencia del engaño: dejar que la boca hable y los brazos gesticulen. ¿Las manos? Para ponerlas por detrás y volverlas bien llenas a mis bolsillos bien hondos. Abajo, el pueblo, carne de cañón, carne de andamio, carne derribo, sudor, el horno del pan, la inmensa campiña, el mar. El pueblo, para cargarme en sus hombros. Los impuestos, los sacrificios, los sueños, las sacudidas de agua fría en la madrugada; un día y otro al trabajo, la lluvia, la monotonía, el gris; las colas en el metro, el autobús, el médico. Porque el pueblo no se para a cronometrar el tiempo perdido en una cola y otra cola. Arriba, yo tras mis grandes ventanas, que no muestran el interior de este despacho en estos inmensos edificios donde amaso tanto dinero con la sangre de mi pueblo. ¡Pobres! Los gerifaltes medramos, nos arrellanamos en nuestras inmensas poltronas, cuero, moqueta, costear amantes, pisoteamos, volamos… El pueblo, sólo más hormigas. Míralas. Por allí van según las dirijo. Ni siquiera las oigo cuando las piso en el asfalto y crujen sus cansados huesos. Son sólo nadas que se pierden en la nada. Yo, la palabrería de mi independencia. Y así una vez tras otra hasta jamás nunca nada. Sí, podemos estar tranquilos. Seguiremos costeándoles su fiesta.

* Escritor