En la vida cada cosa tiene su momento y cada acción tiene su significado y además debe tener su consecuencia. A los hijos, por ejemplo, hay que educarlos desde bien pequeños y cuando cogen rabietas injustificadas, o se muestran caprichosos o maleducados hay que adoptar desde la primera vez una actitud firme, porque si no puede que luego sea tarde.

En el Estado de Derecho pasa como en la vida. Además de que cada cosa tiene su momento, cada acción tiene su nombre y debe tener su consecuencia, consecuencia que no puede ser distinta en casos semejantes dado que en otro caso la seguridad jurídica daría paso al terreno pantanoso de la arbitrariedad. El Estado de Derecho no es una entelequia, ni una construcción jurídica irreal que solo sirve para ser citado en los discursos políticos grandilocuentes. No, ni mucho menos. Veamos, si a mí un señor me quita el bolso a plena luz del día a punta de navaja y lo ve el tendero de la esquina y hasta el policía que casualmente pasa por allí, es muy probable que sea detenido en ese momento, termine en el calabozo y tras un juicio con todas las garantías resulte condenado por un delito de robo a la pena que venga determinada en el Código Penal. Si de camino a casa las fuerzas de seguridad paran mi vehículo y me piden hacer un control de alcoholemia, que me niego a efectuar y agredo al policía y me doy a la fuga, mi acción seguramente determinará que tras perseguirme la policia, cuando me den alcance, sea encerrada y acusada de un racimo de delitos que irán desde uno contra la seguridad del tráfico a otro de atentado, desobediencia y hasta de lesiones si al policía le arañé.

Nadie puede sustraerse a que el peso de la justicia recaiga sobre él si sus acciones son antijurídicas y constitutivas de delito. Quien desobedece, quien gasta el dinero público en fines ilícitos, quien se alza y desatiende una resolución judicial y fomenta el odio, quien estando obligado a hacer cumplir la ley y acatar la Constitución hace todo lo contrario, no puede pretender que sus acciones no tengan las consecuencias que el Código Penal dicta para el resto de los mortales ciudadanos.

Estuvo rotundo el Rey y por ello menos aún entiendo que se tarde en detener a los delincuentes que a ojos de todos han cometiendo un delito tras otro.

* Abogada