Impuestos. Cada año, por estas fechas, ya comienzan con la campaña de seducción que consiste en anunciar, primero, que las devoluciones del IRPF este año, bla, bla, bla... Hacienda nos llama, como la Patria, grandes palabras, grandes conceptos que pueden encerrar similares eslóganes como "todo por la patria", "todo por la pasta". Hago recuento de mis escasos bienes terrenales entre los que cuenta mi condición de clase pasiva y les puedo jurar que desde que me jubilé percibo cada mes en dinero contante y sonante la misma cantidad neta. También les puedo jurar que desde tiempo inmemorial cada año fiscal me sale a acoquinar en dos cómodos plazos. Siempre tuve muy a gala mi condición de transparencia, creo en los impuestos porque creo en lo público en cuestión de escuela, sanidad, educación, dependencia, leyes sociales, etcétera. Desde que tengo uso de NIF creo, igualmente, en la redistribución de la riqueza, aunque ese mandamiento suele incumplirse manden estos o manden aquéllos. Lo que llamamos el salario social hizo de mi condición de ciudadano de la polis, cuando tuvimos democracia, la creencia en el modelo socialdemócrata en la básica gratuidad, desde la cuna a la tumba, en cuestiones básicas como educación, salud, protección social, leyes para preservar la íntegra dignidad de las personas. Algo de eso, ciertamente, hemos conocido. El pasado martes, en una de las antesalas de espera de nuestro macrocéntrico hospital Reina Sofía, hablaba con un ciudadano de mi edad y ambos conveníamos en la bondad de un modelo sanitario que nos permite durar más tiempo en este jodido mundo desigual que en las épocas de nuestros ancestros. Alto coste el de nuestra salud que todavía puede permitirse el Estado, según cómo y dónde. Aunque también le dije a mi interlocutor que la sociedad por la que habíamos luchado no había conseguido enteramente sus propósitos, habida cuenta de que en tantos años del modelo que hemos conocido no ha habido prácticamente inversiones adecuadas para los dos extremos de la vida, nidos para la infancia en guarderías públicas y nidos para la vejez, públicas residencias de mayores. En ambos modelos priva lo privado y ahí voy con los impuestos, uno de los códigos trampas de nuestras obligaciones y deberes para con el Estado protector del que necesitamos coberturas dignas para nuestros desarreglos sociales los que no poseemos la "virtud" del dinero ni su libertad posesiva para cubrir con la capa que todo o casi todo lo tapa nuestras desnudeces y necesidades. Subir o bajar impuestos considero que es cuestión de ideología. Nunca conocí, desde que soy sujeto y objeto fiscal, ningún modelo creíble de fiscalidad progresiva. Son muchos los agujeros del sistema que permiten no sólo la evasión, la ocultación, la transgresión del modelo, su desigualdad, su dificultad de control como con las llamadas "profesiones liberales" sino la propia intencionalidad de quien gobierna para ser más o menos permisivo según el "usted sabe con quién está hablando". Los sujetos a control, los de la nómina, si transgreden, sería transgresión venial, nunca mortal. El antimodelo de economía sumergida de los carentes de recursos es infinitamente menos perjudicial para el erario que su contrario de grandes autónomos y empresas y profesiones liberales. En cuanto a la obligación ética y moral, creo que es de izquierdas subir impuestos y de derechas el bajarlos, a salvo siempre las coyunturas y el chocolate del loro de las rebajas fiscales. En economía, como en política, hay tantos factores reales como desconocidos o inaparentes. Me refiero a las enigmáticas sutilezas de la ingeniera o la sintaxis financiera, al alcance de los que conociendo la ley, hacen la trampa, la regla y la excepción y se quedan con el cash flow de sus incumplimientos fiscales para estupor de los que cumplimos nuestra obligación tributaria y nos consideramos desprotegidos frente a los grandes fraudes y evasiones de los que se lo llevan por la cara sin miedo alguno a las penalizaciones. Digan lo que digan las campañas estatales y la Constitución, ni somos iguales ante la ley ni nos hacemos ilusiones de serlo algún día.

Mas como cada quisque es de la condición que es o como le enseñaron sus padres o tutores, hagamos bien en cumplir nuestro deber fiscal para con el Estado llegadas estas fechas sin mirar a quienes no lo hacen.

Y eso plantea una obligación moral : o el erario hace justicia o tendremos que tomarnosla de nuestra cuenta bajo el imperativo ético de la desobediencia fiscal.

* Poeta