Placenteramente en el terreno personal, estimulante en el orden social y alentadoramente a escala de un patriotismo hoy muy infirme, resulta constatar en el inicio de un año atiborrado de enigmas y envites de enorme envergadura el excelente, impecable servicio prestado con dimensión nacional por un organismo vital para la buena o cuando menos aceptable andadura del país.

Tal vez el mejor regalo que los Reyes Magos han dado a España en la Cabalgata del 2018 estribe en la preservación de la admirable tarea desplegada por las mujeres y hombres integrados en la Renfe a lo largo y ancho de nuestra muy espaciosa y aún más que accidentada geografía. Fallos, manquedades y déficits abundan hodierna y lógicamente en una corporación pública de casi monstruosas proporciones. Nada de ello empece, sin embargo, para que su labor propia y comparativamente se ofrezca como de obligado resalte y encomio. En todo tiempo, en cualesquiera circunstancias sus miembros están ahí, al servicio incondicional de sus conciudadanos. En conjunto, el buen pueblo español no tiene en la gratitud uno de sus rasgos más peraltados. Así, por lo común, la Renfe y sus componentes humanos no gozan de opinión favorable, conforme atestigua un dato en extremo revelador: las cartas al director en diarios y revistas. Mas sin duda a muchas de las instituciones a que pertenecen numerosos de los firmantes de tal correspondencia cabría decirles, como el gran D. Joaquín Costa replicase a un magistrado inmisericorde en su juicio sobre la Escuadra que protagonizase el Desastre cubano del 98: «Ay si las Audiencias navegasen...».

En el arranque de un año que dentro de doce meses sabremos si fue venturoso o desdichado para la gran patria española, solo cabe ufanarse de una colectividad que lejos de caer en la rutina y la inercia, se marca periódicamente metas de auto-superación. No otra fue la conducta del mejor arquetipo de la España de los grandes siglos: el hidalgo. No es desde luego, el menor título para empatizar con la Renfe y los millares de mujeres y hombres que alientan y aseguran cuotidianamente su buen quehacer.

* Catedrático