Rabanales 21 (R-21) es un espacio que alberga un proyecto impreciso y sobredimensionado de parque tecnológico que necesita un urgente replanteamiento. Por ahora, la solución parece ser ponerlo al servicio de la economía especulativa, léase venta de terrenos para un centro comercial. Desde aquí propongo otra salida que no dé al traste con R-21 como parque tecnológico.

La historia y situación de Rabanales 21. R-21 fue creado entre el 2001 y 2003 con la aportación de un capital de 20,5 millones de euros, instalándose en 70 hectáreas propiedad de la Universidad de Córdoba (UCO), de uso docente. La valoración y cambio de usos de estos terrenos significó que la UCO accediera al 25% de la sociedad, convirtiéndose en el accionista mayoritario de una sociedad creada, se decía, para recibir a centenares de empresas. En estos momentos, tras 14 años de gestión pública, pasa por serios problemas financieros. Prasa, promotora del proyecto, vendió parte de sus acciones a Cajasol, que pasó a ser el accionista mayoritario, con el 35%, de una sociedad con 25 millones de euros de deuda. Sus activos son unos terrenos urbanizados, la mayoría sin uso y tres edificios donde se sitúan básicamente sus 66 empresas.

Todas las instancias públicas implicadas en R-21, desde el Consejo de Gobierno de la UCO, a los distintos grupos políticos de la ciudad, excepto Ganemos Córdoba, pasando por la Junta de Andalucía y la Diputación, han establecido un nuevo programa de actuación. Los entes privados están como ausentes. Se habla ahora de: a) modificar los usos de Parque Tecnológico, b) vender parcelas a los entes públicos, en el caso de la UCO esto implica, comprar algo que ya poseía, y c) ampliar el capital social en unos tres millones para tener liquidez. A esta ampliación no irá Prasa y los bancos accionistas (Caixabank y Kutxabank) irán a ella tras dudarlo.

La base de este plan es el cambio de usos y permitir así la venta de parcelas para actividades hasta ahora prohibidas. Tras esta iniciativa seguir invirtiendo fondos públicos en un proyecto, que apuesta su viabilidad al éxito de sectores especulativos, creo que no es lo más juicioso.

Principios que deberían sustentar un nuevo proyecto. El proyecto debe estar insertado en una «nueva economía pública», que debe permitir una transición energética exitosa, dado que estamos en una crisis del modelo económico y energético y en medio de un cambio climático.

El proyecto deberá impulsar innovaciones científicas y tecnológicas que permitan la distribución social de los beneficios. La ciudadanía debe tener la oportunidad de ver que los cambios tecnológicos favorecen objetivos sociales, que facilitan el surgimiento de estructuras económicas viables y sostenibles.

Por último, el proyecto debe mostrar que el crecimiento sin más no representa la prosperidad. Deberemos redefinir prosperidad más allá de la acumulación material.

Algunas medidas concretas. Reconocer los éxitos, conseguidos hasta ahora: a) en forma de estructuras disponibles y b) por el empleo creado. Realizar una auditoría que muestre que no ha existido desviación de fondos y que las estructuras se corresponden con las necesidades previstas. Dada la falta de implicación de los entes privados en el proyecto, negociar su salida, sin que ello signifique eximirlos de sus deudas. Redimensionar el proyecto tanto en espacio como en capital. Revertir varias parcelas a la UCO, entre ellas la que albergaría el centro comercial. En esos terrenos, los más visibles, se situaría un centro tecnológico de ámbito internacional, gestionado por la UCO y el CSIC y cuya política científica y tecnológica tenga el objetivo de potenciar una economía solidaria y medioambientalmente sostenible. La gestión debe incluir a las empresas allí ubicadas, así como grupos de cooperativas de economía solidaria que se impliquen en el proyecto, el municipio y la Universidad deberán ocupar un lugar determinante. Poner en marcha consultas sobre los pasos a dar, con los y las universitarias primero, y la ciudadanía después, tras ser informados por diferentes expertos. Abrir una exposición permanente sobre el origen, desarrollo y resultado del proyecto original con el fin de que la sociedad pueda reconocer y aprender del fracaso de un proyecto que ha tenido y tiene unos responsables políticos, económicos y sociales.

Lo usual será que estas propuestas caigan en saco roto, igual que ha pasado con una alegación contra la innovación del PGOU que permite un centro comercial en R-21, presentada por un grupo de ciudadanos y que su rechazo lo conocemos por la prensa. También se ha escrito que estamos «inspirados» por un partido político. Debo decir que lo único cierto es que estas iniciativas no están inspiradas por una empresa constructora, ni por un fondo de inversión, además debe conocerse que los procesos de transición no pueden estar inspirados por un solo partido, estos proyectos dependen de la comunidad que quiera llevarlos a cabo. Por tanto debemos encontrar entre los jóvenes a aquellos y aquellas que puedan hacerlo lo mejor posible, un reto, difícil e inusual en nuestra ciudad.

* Catedrático de Genética, jubilado