No falto de un cariñoso sarcasmo, podría decirse que pocos mortales tienen el olfato de los buenos cofrades, pues, sin flaquear ante el envite de ventiscas y borrascas, por estas fechas ya proclaman el inminente olor a cuaresma. Los rigores climáticos también son el preludio de esta exaltación, la vindicación de un barroquismo que nos absorbe pese al modismo de su reniego. Y fijo mi atención en uno de los pasos señeros de la Semana Santa cordobesa que hace el Miércoles Santo su estación de penitencia. El Paso del Misterio de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia procesiona con una evidente impronta sevillana, un cabrioleo preciosista que abre para creyentes y/o estetas otra de las cordadas del fervor. Permitan, sin afán iconoclasta, que adopte esos dos atributos del Cristo de la Paz para entroncar con las pulsiones que han revoloteado este fin de semana.

Humildad y paciencia no han sido virtudes contrapuestas, pero casi sin proponérselo se han convertido en banderías de planteamientos políticos yuxtapuestos, cual si fueran contradas que luchan por el Palio de Siena. En el Congreso del PP, se desconoce si se ha hecho una advocación al santo Job, pero ni falta que hace explicitar dicha reminiscencia. Nunca se asociará a Rajoy con Leónidas, y su carácter riñe con la plástica de las batallas que ganan los militares cansados. Pero Rajoy es el líder cansino por antonomasia; el que extrae de su cuajo el curare que atonta ímpetus y dinámicas, como una mantis que corteja la apnea y las contradicciones del enemigo. Rajoy ha inventado la firmeza plana, la soportable levedad de lo normalito, la pirueta de reconvertir el ocre de posguerra de la paleta de Solana con el prelavado del payaso Micolor.

No muy lejos de esa gloria sin gracejo ni aspavientos, asistíamos al desquite de Pablo Iglesias. Creíamos que la pana era el homo erectus de la izquierda, mas el tonificado líder de Podemos apela a la sarga de un Jerónimo penitente, golpeándose el pecho, no con una piedra, sino con un móvil de última generación. Los podemitas han aplicado la coherencia de la élite, la misma que llevó a Lenin a persuadirse que la democracia es una milonga, o un paso previa para desplegar el principio de autoridad. E Iglesias enarbola la humildad como un San Bruno presentado ante otro refectorio cartujano, el que tiene hambre y sed de huir de la contradicción. La humildad es el camino, que no la venganza, que para adelantarse a tiempos preapostólicos, ahí está la Ley del Talión. Con Errejón se adocenaba la lógica del poder, pero con el rasgueo de la utopía la puñeta al adversario político se afina mejor. Iglesias se ha instalado en la comodidad del idealismo, para tocar las narices al Gobierno desde esos Campos Elíseos de progresistas maqueados. Queda un tiempo de tentetieso, con un espectro encomendado al inmovilismo y el otro a la algarabía de lo imposible. Y la tercera vía, que tenía que ser la segunda, busca como señas de identidad desenterrar a Franco, como si el Valle de los Caídos pudiese desprenderse de la perenne casposidad del dictador. Quedan 57 días para el Miércoles Santo, pero no se preocupen ustedes, que ya están nuestros probos dirigentes encarrilándonos hacia la Paciencia y la Humildad.

* Abogado