Una nueva catástrofe humana se está generando en Siria. El avance hacia Alepo de las tropas gubernamentales de Bashar el Asad junto a fuerzas de Hizbulá bajo mando iraní, apoyadas por bombardeos de la aviación rusa, y el desmoronamiento de los grupos rebeldes anuncian un asedio a la ciudad que otrora fuera la segunda capital del país. Antes de verse atrapados en una ratonera, muchos ciudadanos han emprendido ya el camino del exilio, pero el cierre de la frontera con Turquía --país que acoge a 2,5 millones de sirios que han huido de la guerra-- ha convertido la zona del lado sirio en un gran campo de refugiados.

El Gobierno de Ankara solo entreabre el paso para permitir la entrada de casos desesperados que reclaman atención médica. El avance gubernamental sobre Alepo tiene otra grave consecuencia, el fin casi antes de su inicio de las conversaciones de paz de Ginebra. La perspectiva de una negociación ha desaparecido por el momento. La petición a la OTAN hecha por Ankara y Berlín para que se implique en el control de las fronteras es una llamada desesperada ante una situación que nadie es capaz de afrontar o que nadie quiere hacerlo, ni los países individualmente, ni la Unión Europea de forma colectiva.

Esa solicitud de inmiscuir a la Alianza Atlántica es la demostración de que el sistema internacional ha fallado vergonzosamente tras casi cinco años de guerra. La tímida respuesta dada por la OTAN, también.