Hoy se celebra la fiesta de Virgen del Carmen, advocación entrañable para los cristianos, vinculada estrechamente a las Órdenes religiosas de los carmelitas y de las carmelitas. La veneración se remonta al grupo de ermitaños que, inspirados en el profeta Elías, se retiraron a vivir en el Monte Carmelo, considerado el jardín de Israel, -»karme» significa «jardín»-, formando en Europa la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, situado en la actual Israel. Según la tradición carmelita, el 16 de julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se le había aparecido a san Simón Stock, superior general de la Orden, a quien le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita. Según esa tradición moderna, la Virgen prometió liberar del purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida. Esta veneración recibió reconocimiento papal en 1587 y ha sido respaldada por los pontífices posteriores. España es uno de los países donde más arraigada se encuentra esta advocación. Los pescadores han nombrado a la Virgen del Carmen, su fiel protectora y la Marina Española le ha concedido el titulo de patrona, invocándola como «Estrella de los mares». Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, en el siglo XVI, introdujeron profundas reformas en el seno de la Orden, dando origen a los «carmelitas descalzos», una nueva congregación más austera que se separa de la orden matriz, la cual pasó a llamarse «carmelitas calzados» o de la «Antigua Observancia». La devoción a la Virgen del Carmen ha calado profundamente en el pueblo cristiano. En palabras de Pablo VI, se trata de «una verdadera devoción eclesial»: «protege en la vida, salva en la muerte, libera después de la muerte». Y el Papa Francisco dirigió una hermosa plegaria a la Virgen del Carmen, sentida y emocionada: «Oh María, Estrella del Mar, una vez más recurrimos a ti para encontrar refugio y serenidad, para implorar amparo y socorro. Madre de Dios y Madre nuestra, dirige tu dulcísimo mirada a todos los que cada día afrontan los peligros del mar para garantizar a sus familias el sustento necesario para la vida, para tutelar el respeto de la creación, para servir a la paz entre los pueblos. Protectora de los emigrantes e itinerantes, ayuda con atención materna a los hombres, mujeres y niños obligados a huir de sus tierras en busca de futuro y de esperanza. Que el encuentro con nosotros y nuestros pueblos no se transforme en fuente de nuevas y más graves esclavitudes y humillaciones. Madre de Misericordia, implora perdón para nosotros, que, cegados por el egoísmo, ensimismados en nuestros intereses y prisioneros de nuestros temores, estamos distraídos ante las necesidades y sufrimientos de los hermanos. Madre de Misericordia, obtén la conversión del corazón de los que generan guerras, odio y pobreza, explotan a los hermanos y sus fragilidades, hacen de la vida humana indigno comercio. Modelo de caridad, bendice a los hombres y mujeres de buena voluntad que acogen y sirven a los que llegan a esta tierra: que el amor recibido y donado sea semilla de nuevos lazos fraternales y aurora de un mundo de paz. Así sea».

* Sacerdote y periodista