Angel Donesteve no ha tenido madre. Se ha gestado a sí mismo, desde su cerrazón atávica, en su vientre velludo aherrojado por un miedo ancestral al poder femenino. Angel Donesteve prefiere una sociedad sin mujeres trabajadoras, o con mujeres trabajadoras que no puedan ser madres, porque no las cree capaces de desempeñar su profesión y parir a la vez. Es la historia de siempre: un hombre dice que va a ser padre y reparte puros en la oficina, invita a copas al salir por la tarde y cuando llega a casa duerme su descanso en la calma salvífica, con el efecto onírico del whisky en la paz de la sangre. Pero una mujer, por muy formada y competitiva que sea, por muy acreditada que esté su formación y su empuje diario, cuenta en el trabajo que acaba de quedarse embarazada y empieza a ser juzgada en ese mismo momento, con el tamiz distinto de una nueva desconfianza: porque ya se le espera, por parte del jefe, el titubeo distraído, el nuevo error, mientras los compañeros inician el acecho ladino de su mesa.

Angel Donesteve, concejal del Ayuntamiento de Madrid por el Partido Popular, ha destituido a su número 3 en Hortaleza. Preguntado en el pleno, ha aclarado que "es una funcionaria recta, honrada, que ha hecho muy bien su trabajo. Gracias a ella ha aumentado más del 50% la producción administrativa del departamento jurídico". Sí, aunque la echa, porque "ella prefiere conciliar su vida personal y familiar, pero yo necesito el máximo rendimiento y el máximo número de horas de trabajo que se puedan prestar". Hablamos de una funcionaria de carrera que ha sido responsable del área de Servicios Jurídicos del distrito durante 10 años, mientras era secretaria de Hortaleza. Como Angel Donesteve explicó, ha sido una trabajadora ejemplar: porque incluso después de dar a luz, hace ya dos años, no había solicitado una reducción de jornada, ni cualquiera otra medida de conciliación entre la vida laboral y la familiar. Todas sus obligaciones han seguido siendo cubiertas puntualmente, sin que pueda señalársele una sola ausencia en sus funciones. Pero el concejal, que quizá se cree nacido de sí mismo, la ha despachado así: "Celebro su feliz maternidad. En este momento prefiero un máximo rendimiento. Como en este mandato me quedan ya solo ocho meses como máximo, quiero obtener la máxima eficacia por parte de toda la junta municipal del distrito y, como jefa de oficina, una de sus misiones es que todos los trabajadores que la integran rindan al máximo". O sea, que una madre no puede rendir, pero un padre sí. Porque si estuviéramos hablando de un padre, no había expulsión, ni caso, ni columna.

Pero Angel Donesteve no es el único en pensar así. Mónica Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, se hizo famosa poco antes por manifestar que prefiere contratar a "una mujer de más de 45 o de menos de 25 años", para así evitar "el problema" del embarazo. Está visto que el egoísmo, como la estulticia, tampoco entiende de géneros.

¿No habíamos quedado en que estábamos a favor de la familia? Si hablamos de la reproducción, y su asimilación en la vida corriente, no sólo tenemos a su favor el derecho natural, sino también la Ley Orgánica 3/2007 para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, que prohíbe en su artículo 44 "toda discriminación" a la hora de conciliar vida personal, familiar y laboral. En el caso de la funcionaria, no había solicitado ninguna medida extraordinaria para compensar su vida laboral con la íntima. Pero si lo hubiera hecho, habría estado en su derecho. A pesar de los impecables reflejos políticos de la alcaldesa Ana Botella, rectificando al concejal, el mensaje enviado a la ciudadanía sigue siendo una negación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y de la propia maternidad. No sé a qué mundo infernal nos quieren conducir. Productividad, ¿para quienes? ¿Para un erial sin hijos? Ya tiene bastante la mujer con soportar los nueve meses de embarazo, el parto y el posparto, y además trabajar. Más allá del recurso retórico del título, a veces me pregunto si estos hombres han tenido, de verdad, madre. Esto es otro tipo de agresión: quizá más refinada que la física, pero con idéntica crueldad. ¿Qué vida nos espera, qué horizonte, si nuestras mujeres más brillantes se ven discriminadas a elegir entre su carrera y tener hijos? La conciliación sólo puede ser compartida: como la educación y el trabajo. Si no cuidamos el don, y su intacta belleza, de qué nos servirá seguir arando nuestra tierra baldía.

* Escritor