Aunque mi nombre completo, apellidos incluidos, es el de Centro de Creación Contemporánea de Andalucía; lo de C-4 no deja de ser una pijería apelativa, astringencia verbal que todo lo minimiza. Debería llamarme, en todo caso, C-3: por Centrado, por Creativo y por Contemporáneo, pese a que a mi me gustaría decir "contemporaneidad", solo para ver qué calidad de contemporáneo le dan a mi futura existencia. Ahora me siento virtual porque también soy aparente y no real; no obstante, mis padres --papá Ayuntamiento, que solo se preocupó de mi entorno y mamá Junta Andaluza-- lo decidieron así. Y esa elección fue a misa, pese a que ahora las misas...

Aquí como me ven, con tantos miles de metros cuadrados, con el "pastón" gastado, con tanta lozanía y blancura externa y con tan excelentes vistas al Casco Histórico, soy un solitario tristón, un don nadie, un don sin din, una latencia mayestática sin oficio ni beneficio, producto de una relación mal avenida entre mi padre, que al final tuvo que ceder para que mi madre llevara la voz cantante, porque era quien aportaba la pasta.

Por eso, a día de hoy --que es como se dice ahora--, no comprendo cómo pude nacer yo; creo que fueron los fórceps molestos de la confrontación los que perjudicaron un alumbramiento más doloroso que esperanzador.

Así que desde el parto, con el cordón umbilical enredado en el cuello del desacuerdo entre mis padres, padezco de unas jaquecas horrorosas que solo se mejoran los domingos de futbol: ¡Mi Córdoba en Primera División! Cuando pienso que cuando empezaron a gestarme estábamos en Segunda B, se pone mi vello como escarpias. Pero bueno, lo cierto es que con el futbol se mejoran muchas cosas, entre ellas mi cabeza que, para su dolor jaquecoso, el balompié es un analgésico redentor.

Soy un C-4 que añoro la preocupación de mis padres por mí. Apenas si me echan alguna cuenta. Lo más que me dicen, para contentarme un poco, es que me asome a los poros técnicos y a los huecos poliédricos para que me distraiga viendo la gente, los coches, los autobuses y la chiquillería pasar. Mis padres no son cariñosos, nunca lo fueron entre sí... Algún halago, casi obligado, de padre Ayuntamiento; de mi madre la Junta-¡De higos a brevas! La verdad, no espero mucho de ninguno de los dos.

No extrañará a nadie que llore cuando pienso en ellos y en su comportamiento. ¡Qué perrerones cojo! Es que tener padres y sentirse huérfano es duro, muy duro. Cómo sería mi tristeza que mi madre --mi padre ya contaba poco--, una Junta cansina y cansada, decidió, a duras penas, alegrarme "las pajarillas". ¿Que cómo lo hizo? ¿Qué inventó? Lo de siempre: ¡Que aparezca la propaganda! Y apareció, ya lo creo que apareció: ¡Jornadas de Puertas Abiertas! Así fue: Crema de la crema. Lo más distinguido. Extasis político, con todo lujo de detalles. Complacencia general en el continente --que soy yo--; nada vieron ¿lo verán? del contenido. Como si yo, pobre C-4, estuviese desnudo. Creo que me ruboricé: a nadie le gusta mostrar, gratuitamente, sus intimidades...

Mis putativos Doña Fuensanta Nieto y Don Enrique Sobejano resplandecían con las explicaciones (no recuerdo haber visto a Sobejano): con la reordenación de mi entorno urbanístico, con la integración de los restos arrabaleros de La Sacunda, con el concepto factoría-laboratorio y con el soporte de creaciones artísticas. Yo me sentí apabullado ¿Podría con tanto? ¿Y con todo? Pero yo pienso, como snob y moderno que soy que, más mi madre que mi padre, ambos venían a "empezar a guardar sus partes traseras, aquellas que comienzan donde termina la columna vertebral; sus culos, para que todos me entiendan".

Y aquí me quedo, tan solitario como empecé, a pesar de mi versatilidad, de mi flexibilidad y de mi multifuncionalidad. De todo eso que tengo como virtudes y yo las desconocía; es decir, yo no me conocía a mí mismo, para más inri...

Por mi parte, ya me he presentado, educadamente, ante la sociedad cordobesa. Algo bueno me enseñó mi madre (mi padre sólo me educó sobre el entorno, sobre las cuestiones periféricas y ambientales). Pero, como hijo, aunque no lo parezca, siento cariño por los dos. Lo único que les pido es no me dejen envejecer prematuramente.

* Gerente de empresa