Historietas de la Real Academia: el legado Camacho Padilla

Aclaración previa: a veces las historietas nos completan la visión, o la versión, de una realidad total que las memorias y las actas nos habían dado solo parcialmente o que habían callado en su totalidad.

Porque se confía en que una corporación pública, con previsible larga vida, tenida por seria, respete y cumpla la voluntad de los muertos mejor y más allá de cómo pueden o suelen hacerlo los familiares, hay quienes designan herederas o legatarias a corporaciones, como nuestra Real Academia. Así ocurrió con José Manuel Camacho Padilla, que legó a la corporación varias pequeñas fincas rústicas --la media, como estadios de futbol-- situadas en Baza.

Cuando yo, académico, entré en el asunto como abogado encargado de resolverlo, la situación era tan confusa que la primera tarea a realizar, que resultó ardua, fue identificar en el terreno las fincas y en el pueblo, las personas que las ocupaban y las tenían por suyas; alguna llevaba ya por la segunda planta la casa que estaba construyendo. Una o dos de las fincas habían sido engullidas en las obras de ensanche de una carretera.

Los trabajos y viajes a Baza fueron varios y laboriosos, hasta el punto de que en uno de ellos tuve que ser hospitalizado por una gran subida de la tensión arterial y un fuerte ataque de vértigo, en el que yo, desconocedor hasta entonces de ese mal, creí morir.

Volvimos a Córdoba y yo a mi salud y a mis trabajos, que fueron muchos y fructuosos. Resumiendo: conseguí agrupar a los ocupantes de las fincas y acordar con ellos sus ventas, que formalizamos ante notario con pago al contado.

Según el legado, los rendimientos de la cantidad obtenida debían destinarse a la dotación de un premio a artistas con el nombre del testador. Cumplí puntalmente el encargo académico y redacté las bases para el ‘Premio de Creación Artística José Manuel Camacho Padilla’. Se convocó el primero en los inicios de 2007, para pintura, pero como al parecer el director señor Criado no estaba interesado en el éxito del concurso su convocatoria tuvo muy poco eco y, por tanto, poca respuesta. Se presentaron solo dos cuadros, por lo que el jurado que yo presidía y que formaba con José Cosano, Mercedes Valverde, Emilio Serrano y Antonio Bujalance, declaró desierto el premio... que ya no volvió a convocarse. El señor Criado prefirió gastar el dinero en otras cosas y olvidarse de la voluntad de Camacho Padilla, que se equivocó en su día, pues no tuvo en cuenta que quien no respeta la voluntad de los vivos normalmente respeta menos la de los muertos.

Gastado todo el dinero obtenido con las ventas de las fincas ahí está la patata caliente que dejó el señor Criado al cesar: un remoto heredero del señor Camacho Padilla, o incluso el ministerio fiscal, podría solicitar a los tribunales que se declare la nulidad del legado por incumplimiento y la obligación para la Academia de devolver el dinero mal gastado.

Pero confiemos en que eso no ocurra, y en todo caso sí confiamos plenamente en la buena predisposición de la junta rectora actual, que aunque sea con mucho esfuerzo volverá a convocar el premio olvidado. Los deseos de aquel buen académico y testador serán cumplidos a mayor gloria de la vergüenza para con los vivos, para con los muertos y para con la cultura y el arte.

* Escritor. Abogado