En la Historia hay historias que se repiten. A veces primero como tragedia y después como farsa. Y a veces con claras similitudes entre acontecimientos diferentes. Lo que está pasando en Alemania y Cataluña son ejemplos de esa repetición de las historias, y de ello dependerá la Historia de Europa. EEUU ya no es aliado seguro y China ya no se conforma con vender productos baratos. Para hacer frente a las nuevas amenazas a la seguridad, la crisis de los refugiados y el nuevo proteccionismo y nacionalismo, haría falta una mayor integración europea.

Pero lo que tenemos es el brexit, el desafío a la democracia liberal en Polonia y Hungría, y el riesgo de desintegración de algunos Estados del que el caso de Cataluña es el más grave, pero no el único. Por eso es fundamental saber quién gobernará Alemania. Pero, de momento, Merkel no ha podido formar coalición con Verdes y Liberales del FDP.

Quizá no hubiera sido la mejor solución para relanzar la UE. Los verdes son proeuropeos, pero el FDP ha adoptado una línea dura y propone que Grecia salga del euro. Y la competición por la derecha con los populistas de Alternativa para Alemania no deja margen de maniobra.

Al SPD se le vuelve a plantear si dejar que gobierne Merkel, absteniéndose o en coalición, o repetir elecciones. Lo mismo que le pasó al PSOE. Aquí acabó en grave crisis, con la muerte y resurrección del líder que se negaba a dejar que gobernara Rajoy. Pero el temor a seguir perdiendo hizo que el PSOE eligiera la abstención. Esta solución no la quiere Merkel. O coalición o elecciones. Y el SPD no sabe qué hacer. Su presidente y candidato que ha cosechado los peores resultados de la historia preferiría ser vicecanciller a que el SPD le retire de la cabeza de cartel de las elecciones. Pero la decisión la tomarán en votación directa todos los militantes. Caramba, pensaran algunos, ¡el SPD, se está podemizando! Esa fue la crítica que se hizo a Sánchez cuando propuso consultar a la militancia.

La otra historia que se repite, con iguales resultados, es la de las declaraciones de independencia de Cataluña. En 1934 fue una tragedia que acabó con un centenar de muertos, y ahora ha sido más bien una comedia de enredo que no ha dejado en buen lugar a los líderes de la non nata República Catalana. Para conocer bien el paralelismo conviene leer a Amadeu Hurtado, jefe de gabinete de Companys (Abans del 6 d’octubre) donde explica cómo una solución pactada con el Gobierno republicano sobre la llei de conreus, fue rechazada por Companys presionado por su ala radical. Y las actas de la sesión del Parlament de mayo del 36, donde se desplegaron todos los reproches sobre la culpa del fracaso.

Este ha sido ahora más grande aunque menos dramático. Se proclama la república entre sollozos y abrazos, pero se van de fin de semana sin arriar siquiera la bandera de la potencia opresora del Parlament. Y al día siguiente nadie va al despacho. Ahora descubren que no tenían nada preparado ni el apoyo social necesario. ¿Y cuándo descubrieron que no lo tenían?, cabe preguntarse ante la magnitud del daño económico causado a la sociedad catalana. El colmo es que, al constatar el rechazo explícito de la UE, se llegara a plantear que Cataluña salga de ese «club de países decadentes». Puigdemont nunca tuvo mucho sentido de la realidad pero ahora parece haberlo perdido por completo.

El que sí tiene sentido de la realidad es el pragmático Iceta con sus listas arcoíris que servirán de refugio a los restos de la democracia cristiana, regalándoles los diputados que no tendrían, a cambio de aumentar los votos del PSC. Lo primero es seguro, lo segundo está por ver en qué proporción. Presentarse como el pontífice (tendedor de puentes) de una sociedad dividida tiene su atractivo, y ya se sabe que los puentes se tienden con la parte más próxima de la otra orilla.

Pero desplazarse hacia el centro nacionalista, sin perder la izquierda y sin aumentar los recelos de los que en el 2015 desertaron para apoyar a Ciudadanos no es una operación sin riesgo. Recuperar ese espacio al tiempo que se recoge el voto desencantado de las aventuras independentistas exige una habilidad que Iceta está demostrando tener. Su estrategia consensual le hace decir que no puede haber vencedores ni vencidos. Pero en realidad sí tiene que haberlos y los habrá. O la historia se repite y los tres defensores de la independencia, con DUI o sin DUI, ganan en escaños, o no tienen los suficientes para que Cataluña pueda disfrutar de una presidenta como Marta Rovira. Y entonces será otra historia. Y esto es lo que hay que conseguir.

* Expresidente del Parlamento Europeo.