La apertura del Hipódromo de la Zarzuela el pasado 23 de octubre, después de muchos aplazamientos, es una noticia excelente para el mundo del caballo.

En la gran mayoría de los países desarrollados, el mundo del caballo ocupa un lugar preferente en la vida no sólo deportiva del país, sino también en su economía, por la gran cantidad de recursos y de actividad económica que genera. Es tal esta actividad para el país que a este sector se le viene denominando "la industria del caballo", ocupando un lugar preeminente en la economía, junto a la industria del automóvil, la textil, la siderometalúrgica, etcétera. Pues bien, dentro de esta "industria del caballo", las carreras, lo que viene llamándose el "Turf", es el verdadero motor de la actividad económica y del que se financian en gran parte los otros sectores hípicos.

Las carreras de caballos son un deporte muy antiguo. En el 210 antes de Cristo, ya se organizaron carreras en Netherby (Inglaterra) por el emperador romano Séptimo Severo. En el año 1117 funcionó en Londres la primera pista de carreras. En el 1540, Enrique VIII abrió el primer hipódromo propiamente dicho en Inglaterra, creando una yeguada real para el fomento de la cría de caballos. Se dice que esta yeguada la creó con yeguas procedentes de la península ibérica que fueron regaladas por los Reyes Católicos cuando le dieron en matrimonio a su hija Catalina. Estas yeguas son las "Royal Mares", de donde procede toda la cría del Pura Sangre Inglés (PSI) al cruzarlas con los míticos caballos Darley Arabian, Byerley Trurk y Godolphin Arabian.

De todos los caballos que corren en la actualidad, el 33 % de sus genes proviene de estos tres caballos, lo que nos indica su gran influencia en la cría del PSI.

En España, las carreras de caballos nacen en 1841, cuando el Duque de Osuna y un grupo de amigos crea la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar de España. La primera carrera se dio en Madrid, en las instalaciones de la Alameda de Osuna. Allí creó una yeguada de PSI y unas magníficas caballerizas. Después se celebraron carreras en la Casa de Campo y, más tarde, bajo la presidencia del Duque de Fernán Núñez, en un hipódromo construido en el Paseo de la Castellana. Surgen otros hipódromos en Barcelona, Sevilla, Jerez, Granada y Sanlúcar de Barrameda.

El 14 de abril de 1931, al abdicar el rey Alfonso XIII, desaparece el hipódromo de la Castellana, y las carreras de caballos pasan por momentos difíciles. Las carreras se dan en el hipódromo de Legamarejo (Aranjuez), hasta 1934 y a partir de esa fecha sólo se dan en el hipódromo de Lasarte en San Sebastián, de donde desaparecen en el año 1936 con la llegada de la Guerra Civil.

Al terminar la guerra el panorama era desolador. El hipódromo de La Zarzuela, que se empezó a construir en terrenos de El Pardo durante la Republica bajo el Gobierno de Lerroux, estaba en condiciones lamentables, el hipódromo de Lasarte era una pista de aviación, y habían desaparecido los hipódromos de Sevilla, Aranjuez y Barcelona. En 1940 empieza a reactivarse de nuevo la vida del turf, se acondicionan el hipódromo de Lasarte y de la Zarzuela. Se crea la yeguada de PSI de Lore Toki con yeguas procedentes de Moratalla (Córdoba) y del regalo que el judío francés Veil Picard le hizo a Franco por la ayuda prestada en su huida de los nazis. Desde entonces se aumentan progresivamente el número de carreras en la Zarzuela, siendo los motores del turf, entre otros, Ramón Beamonte, los condes de Villapadierna, Cimera y Romanones, Manuel Blasco, Ramón Mendoza, etcétera.

Con Mendoza se crea la apuesta exterior, la famosa QH, creciendo hasta alcanzar los 225 millones de pesetas, pronto desaparece al perder el apoyo de la TV y la creación de la Loto. En ese momento empiezan los problemas económicos en la Zarzuela. Se dejan de pagar los premios, y las carreras pasan bajo la dirección de diversas personas, hasta que en 1992 la situación se hace insostenible con cortes de agua y luz. Ese año entra en escena Enrique Sarasola con la sociedad Hipódromos de Madrid S.A. Parecía que todo se iba a salvar, pero la deuda que ascendía a 2.771 millones de pesetas nunca se pagó. En 1996 ya no hubo temporada de primavera en la Zarzuela, y aunque volvió en otoño de ese año, fue como despedida.

Esperemos que esta nueva reanudación sea la definitiva y que el mundo de las carreras de caballos crezca de forma imparable para el bien de la hípica y de España.